Los temores del No: 3. Que no se acabe la guerra

Silla Santandereana

Si bien la salida de las Farc del mapa aliviará el conflicto, el ELN y bandas criminales ya se están moviendo para ocupar las zonas dejadas por esa guerrilla. 

“Oiga señor Presidente, hágasenos para acá, y con esos otros grupos, díganos ¿qué va a pasar?”.

Esa fue una de las estrofas que entonaron las alabaoras de Bojayá en la ceremonia de la firma de los acuerdos con las Farc el lunes y que refleja uno de los temores más escuchados en la orilla del No en el plebiscito para refrendar ese proceso: que el Estado y la sociedad le van a conceder muchas cosas a esa guerrilla, pero igual no se va a acabar la guerra porque la culebra continuará viva en forma de bandas criminales y ELN.

Ese temor es tan real, que no sólo aplica para los del No. Incluso gente que va por el Sí sabe que, aunque será un gran alivio que desaparezcan las Farc porque es el actor armado ilegal con más combatientes, plata, disciplina e ideología política, quedan otros grupos que ya están intentado cooptar los huecos que deja la guerrilla y que por esa vía se prolongará el conflicto. 

Exploramos cómo se siente este miedo en tres zonas del país y estas son las historias:

 

La guerra que espera el sur del Catatumbo

San Calixto, Hacarí y Teorama son tres municipios clavados en el sur del Catatumbo q,ue en momentos en los que se habla de paz, son sinónimo de guerra.

Allá -al igual que en toda esa región de Norte de Santander- además de las Farc operan el ELN y el EPL. Sin embargo, el último es el que manda en esa zona.

En esos tres municipios, el reducto del EPL, que pasó a ser considerado por el Estado como una banda criminal bautizada como ‘Los Pelusos’, es ‘dios y ley’.

Sus habitantes conviven con el horror de la guerra, su gente camina con el riesgo de que en cualquier momento “se largue la plomacera” –como ellos mismos dicen-, y hablan en voz baja cuando de grupos armados se trata.

“Uno no sabe en qué momento puede pasar algo ¿Cómo es aquí? Ya mismo”, le dijo a La Silla una campesina en el parque de San Calixto, que estaba esperando que la atendieran en la Personería para dar su declaración como víctima de un enfrentamiento entre el EPL y el Ejército que ocurrió en ese municipio el 30 de agosto, un día después de que el Gobierno y las Farc decretaran el cese bilateral al fuego.

Desde que arrancó el año, el conflicto en el Catatumbo se ha recrudecido y desde que las Farc se replegaron por el cese al fuego unilateral que hace más de un año decretaron, el ELN y en especial el EPL se han expandido por toda la región: el botín es el control de toda la cadena del narcotráfico que finaliza con los carteles mexicanos.

Aunque en los últimos meses llegaron más policías a las estaciones de esos tres municipios, lejos de que ese aumento representara seguridad, agudizó la ola de ataques en los cascos poblados. 

Los habitantes de las casas que están en los parques de los tres pueblos (donde también están las estaciones) ya no duermen allí. Entre julio y agosto en los tres municipios la cuenta de desplazamientos internos superó las 220 familias, que ahora duermen con amigos, familiares o en hoteles, porque la guerrilla lanzó nuevas amenazas contra la Policía y no es seguro pasar la noche cerca de ellas. 

Por eso, para una región como el Catatumbo, decirle Sí a un proceso de paz con un grupo armado, cuando en su territorio están operando otras dos guerrillas, es complejo, porque con la llegada del Estado la guerra que queda se recrudece.

En las tres personerías de esos municipios ya han llamado la atención sobre lo que se viene en esos territorios, y se están preparando para una nueva oleada de violencia que, según sus pronósticos, empezará cuando la Fuerza Pública sin tener que preocuparse de las Farc empiece a atacar a los otros dos grupos, algo que inevitablemente dejará nuevos desplazamientos y nuevas víctimas.

“Mientras en los demás municipios del país están desarmando las garitas, acá las están reforzando”, le dijo a La Silla Ever Pallares, personero de Teorama.

Solo en los últimos dos meses, en San Calixto el enfrentamiento del 30 de agosto dejó 1.200 afectados -la mayoría de la Fuerza Pública por abuso de autoridad-; en Teorama y Hacarí, el EPL ha lanzado explosivos y han disparado contra las estaciones; y en los tres municipios están encendidas las alertas porque hay amenazas de nuevos ataques.

“El caso del Catatumbo es especial. Aquí más que la paz se tiene que prever una crisis humanitaria”, dice Diógenes Quintero, personero de Hacarí.  

Los líderes de los movimientos campesinos también tienen temor de convertirse en objetivos militares de los grupos que queden, y aunque esperan que con el protagonismo político que les dará a estas zonas del país el Acuerdo tengan más visibilidad, creen que serán blanco fácil de los armados que seguirán mandando.

También es una incógnita cómo aterrizaría la inversión e incluso si podrá aterrizar en medio de la nueva guerra que se avecina, pues en el Catatumbo la ley, aún con proceso de paz, no la dicta el Estado. 

Aún así, en esos tres municipios también se habla de paz y dicen que el Sí va a ganar. Al menos a eso le apuestan, además de Ascamcat - una asociación de campesinos con postulados políticos afines a los de las Farc que se echó al hombro la pedagogía de los acuerdos-, las alcaldías y las autoridades de los municipios. 

Todos tienen claro que la paz que Santos ya ha declarado en diferentes discursos no va a llegar, pero sí creen que es el primer paso para alcanzarla. 

“Hay que comenzar por algún lado”, dijo Orlay Montaguth, líder de un movimiento de jóvenes de San Calixto que está haciendo campaña por el Sí. 

Allá también dicen que puede haber votos para el No, pero que el principal enemigo para el domingo no será lo que se viene para el Catatumbo sino la abstención, porque la emoción a excepción de la de las organizaciones sociales no es mucha, porque no hay plata para transporte y la gente tiene que salir de las veredas a votar.

 
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