Mañana se posesiona el presidente del Senado más joven de la historia reciente de Colombia. Un político ambicioso que tiene el mandato de sacar adelante la legislatura de la paz.
Mauricio Lizcano, la ambición política
Mauricio Lizcano en el Congreso
Mañana se posesiona el presidente del Senado más joven de la historia, en uno de los momentos más interesantes del Congreso. Llega allí con 39 años y una carrera política hecha a punta de saltos de garrocha y tras convertir su historia de víctima de las Farc en un activo político. Se trata de Mauricio Lizcano.
Lizcano, un líder desde chiquito
Mauricio Lizcano nació en Medellín en una familia católica de dos hijos. Sus papás son de Riosucio, Caldas, pero estaban estudiando en Medellín cuando lo tuvieron a él. Allí estudió el bachillerato y su carrera universitaria la hizo en Bogotá.
Aunque le gustaba la economía, estudió derecho en la Universidad del Rosario por seguir los consejos de su papá, el ex representante a la Cámara Óscar Tulio Lizcano.
“Yo no quería que mis hijos hicieran política, por eso los mantuve alejados de la política de Caldas y los mandé a estudiar a Bogotá”, cuenta Óscar Tulio.
Fue en vano. Muy pronto, Lizcano se empezó a destacar como líder dentro de la Universidad. Fue presidente del Consejo Estudiantil, vice-presidente de la Asociación Internacional de Estudiantes de Ciencias Económicas y Sociales—AIESEC—, fundó la publicación La Letra, en la que escribieron, entre otros, el fallecido político y jurista Carlos Gaviria y el escritor Enrique Serrano.
“Mauricio es una persona que tiene liderazgo en su esencia y una hiperactividad por el trabajo social”, cuenta Juan Ramón Martínez, profesor de la Universidad del Rosario y compañero de Lizcano durante la universidad.
Además, trabajó con comunidades deprimidas para capacitarlas sobre cómo exigir los servicios públicos necesarios a las respectivas alcaldías locales.
Óscar Tulio temió que su hijo no se graduara de la universidad por estar tan comprometido con los temas de liderazco en AIESEC, entonces le hizo firmar un acta de compromiso a su hijo, en donde Lizcano se comprometía a graduarse de la universidad.
Un día después de ese acuerdo, el 5 de agosto del 2000, las Farc secuestraron a Óscar Tulio mientras inauguraba una cancha en Riosucio. Ese secuestro marcó el inició de la vida política del hoy Senador.
Mauricio Lizcano víctima de las Farc
Óscar Tulio Lizcano estuvo secuestrado por ocho años, hasta que logró escapar de sus captores el 26 de octubre de 2008.
En este periodo, las Farc alcanzaron a tener más de 3000 secuestrados, según la fundación País Libre, que lucha contra ese flagelo.
Entre los secuestrados estaban 58 políticos y militares que las Farc proponía intercambiar por guerrilleros presos. Óscar Tulio era uno de esos “canjeables”.
Desde el día que secuestraron a su papá, Mauricio, con 24 años, empezó una cruzada por la liberación. Viajó a El Caguán 16 veces durante la vigencia de la zona de distensión y en una de esas visitas adquirió hepatitis, visitó medios de comunicación, participó en Las Voces del Secuestro de Caracol Radio, promovió el acuerdo humanitario, convocó marchas, foros en Manizales y en Neiva. Se reunió con Álvaro Leyva en Costa Rica para buscar un interlocutor con las Farc. Hizo todo lo que estaba a su alcance.
“Cuando Óscar llevaba cinco años de secuestrado, Mauricio se rindió, me dijo mamá no puedo más”, cuenta Marta Arango. A partir de ese momento ella se encargó de la campaña de la liberación. Mauricio dejó de estar frente al cañón, pero nunca se retiró. Si algo aprendió el Senador del secuestro de su padre fue a no dejarse vencer a pesar de las dificultades.
Cuenta que en una de las cartas que su papá le envió desde la selva en una frase subrayada decía: “recuerda que tú eres una cometa, una hermosa cometa, y las cometas para elevarse necesitan el viento contrario. Nada es fácil en la vida, hijo. Pero una buena cometa, como tú, siempre logrará sus objetivos. Cuando estés volando alto y libre y contra la dureza de los vientos, reafirmarás que vale la pena luchar y que peleando sin rendirse jamás es que la vida tiene sentido".
Su papá ya le había dado ejemplo cuando, estando secuestrado, decidió lanzarse a la Cámara de Representantes. Un gesto que fue más simbólico que otra cosa pues solo obtuvo siete mil votos y perdió su curul. Pero la carrera política de su hijo germinaba.
Lizcano, el político
Aunque alguna vez alguien le recomendó a Mauricio Lizcano que subiera un escalón a la vez, él decidió subir toda la escalera de un golpe.
Nunca fue concejal ni edil. Su primer paso en el sector público fue la Secretaría de Tránsito de Manizales. Ahí trabajó del 2002 al 2003 de la mano del alcalde del momento Germán Cardona, ex ministro de transporte.
“Yo no conocía a Mauricio, pero Óscar Tulio me generaba mucho cariño y respeto por la forma como fue secuestrado”, le contó Cardona a La Silla. “Él siempre expresó su deseo de hacer política, era lo que había heredado de su padre”, agregó.
Después de esta secretaría, Lizcano se acercó al entonces Ministro del Interior de Álvaro Uribe, Fernando Londoño Hoyos. Trabajó como su asesor y con él en la campaña por el referendo reeleccionista de Uribe. Ya conocía al ex presidente, que fue una de las personas que más lo ayudó durante el secuestro de su padre.
Se metió tanto en la reelección que fue el Coordinador Nacional de Jóvenes por el Referendo y miembro de la Junta Colombianos por el Referendo.
Uribe no dejó de apoyarlo cuando, en abril del 2006, la familia de Lizcano sufrió otro golpe. Como había ocurrido con su papá hacía seis años, pero esta vez no las Farc sino el EPL se llevó a su hermano Juan Carlos en una pesca milagrosa y lo mantuvieron secuestrado durante 84 días.
Y fue también Uribe el que le recomendó a Lizcano lanzarse a la Cámara a pesar de que nunca había hecho política y menos una campaña propia. Hasta ese momento, además de los anteriores, solo había tenido otros cargos públicos, aunque fugaces, como secretario general del Igac y profesor en la Universidad Autónoma de Manizales.
“Mauricio es un muchacho ambicioso que desde joven le ha gustado avanzar rápido”, le dijo otra fuente que habló con La Silla con la condición de no ser citado. “Desde que estaba en la Secretaría de Tránsito de Manizales se le notaba una aureola de poder y que quería imponer su sello personal”.
El joven Lizcano nunca hizo política de la mano del yepismo, coalición a la que perteneció su padre cuando fue Representante a la Cámara, antes del secuestro. Inició su carrera electoral en 2006 dentro del recién fundado partido de la U.
En ese momento en Caldas el partido estaba comandado por los que en su momento conformaron el Nuevo Partido. Era el grupo de Óscar Iván Zuluaga, Adriana Gutiérrez, Jaime Alonso Zuluaga, primo hermano de Óscar Iván, Luis Alfonso Hoyos y Carlos Felipe Mejía.
El respaldo de Uribe a Lizcano no cayó bien entre todos los miembros del partido pues, como le contó a La Silla una fuente que estaba allí, creían que había personas más preparadas para asumir una campaña a la Cámara, pero su bendición fue suficiente para que lo metieran en la lista.
Así que aceptaron a Lizcano, pero con la convicción de que el candidato del partido era Jaime Alonso Zuluaga, el primo de Óscar Iván.
La estrategia de campaña quedó explícita: La U se dividiría el departamento en dos para hacerle campo a los dos candidatos que aspiraban por el cargo: a Lizcano le correspondió el occidente y a Zuluaga el oriente. Sin embargo, y a pesar de que era un novato, Lizcano no respetó ese acuerdo, lo que dio pie para que los demás tampoco lo hicieran.
Resultó triunfante. Ese año sacó la primera votación de La U en Caldas, aventajando por un punto porcentual a Zuluaga. En uno de los municipios que en principio le tocaba al derrotado, La Victoria, Lizcano logró casi toda la votación del partido y Zuluaga ni siquiera aparece en la lista con votos.
“Combatí contra todos. Me fui a recorrer pueblo por pueblo y contacté líder por líder”, contó Lizcano.
Además, le sirvió la visibilidad que logró a nivel nacional cuando lideró la campaña para liberar a su papá. Según cuatro fuentes consultadas, Lizcano supo capitalizar políticamente ese secuestro.
“Eso le ayudó a despertar simpatía en la gente”, dijo una de ellas.
El impulso le sirvió para repetir la hazaña en 2010 cuando saltó a Senado con el triple de votos. Eso, a pesar de que cuando aún parecía lejana la campaña, Lizcano quedó envuelto por cuenta de un anónimo dentro del escándalo por parapolítica junto con otros tres congresistas del departamento, Adriana Gutiérrez, Dixon Tapasco y Emilio Enrique Ángel.
Los dos últimos fueron condenados. En cambio la Corte Suprema de Justicia cerró la investigación que tenía en contra de Gutiérrez y Lizcano. Pero en mayo de 2015 la Corte reabrió la investigación para recibir declaraciones juramentadas de personas que podrían aportar evidencias al expediente.
De acuerdo con Lizcano, desde el 2009 esa es una investigación preliminar y no tiene investigaciones abiertas hoy en día.
Cambio de posición
Con la llegada del presidente Juan Manuel Santos en 2010 y su cambio de discurso frente a los postulados uribistas, el grupo político de La U que comandaba Óscar Iván Zuluaga y Adriana Gutiérrez en Caldas se partió en dos: Zuluaga y Gutiérrez pasaron a engrosar las filas del Centro Democrático creado en el año 2013 por Uribe. Y Mauricio Lizcano y Hernán Penagos permanecieron como los representantes de La U, ahora santista.
A pesar de la cercanía y la historia política al lado del ex presidente Uribe, que además fue su padrino de matrimonio, Lizcano tomó la decisión de defender los objetivos del gobierno Santos. Algunos asumieron esta decisión como un acto de traición. Pero no él.
“Las personas pasan y las instituciones se quedan”, dice. “No tenía por qué moverme”.
Con el aval de La U volvió a aspirar en el 2014, esta vez de la mano del senador antioqueño liberal, Luis Fernando Duque. Pero sobre todo, con el representante antioqueño de la U, Juan Felipe Lemos y el presidente del Fondo Nacional del Ahorro Agusto Posada. Esas alianzas le sirvieron para expandir sus fronteras fuera de Caldas y hacerse como el candidato de La U más votado en Antioquia para el senado.
Caldas siguió siendo, en todo caso, su fortín. Allí, Lizcano se había abanderado del discurso de la “renovación política” que trataba de desligarse de la tradicional que había hecho siempre el yepobarquismo. Sin embargo, eso terminó siendo más un discurso que una realidad.
En esas elecciones, el nuevo presidente del Senado se vió involucrado en un escándalo luego de que se filtró una grabación en donde su coordinador de campaña, Jorge García, amenazaba a funcionarios del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Icbf, de que “rodarían cabezas” si no daban su voto por Lizcano y a Adriana Marmolejo, su fórmula a la Cámara de Representantes. Además les recordó que si recibían un salario era porque ese instituto era de Lizcano.
Después que se conoció el audio, la Fiscalía le imputó cargos a Jorge García por el delito de constreñimiento electoral y remitió copias a la Corte Suprema de Justicia para que iniciara una investigación contra Lizcano y Moreno para ver si tenían alguna responsabilidad directa sobre las amenazas de García.
Aunque el escándalo no impidió que Lizcano se posesionara como repitente en el Senado, sí le pasó factura en Caldas donde su poder se ha visto disminuído sobre todo después de las elecciones regionales de 2015.
En esas elecciones, Lizcano le apostó a Luis Roberto Rivas para la alcaldía de Manizales, pero se quemó. Por otro lado, el Consejo de Estado suspendió de manera provisional al gobernador, apoyado por Lizcano, Guido Echeverri, por una demanda de inhabilidad por haber salido vencedor dos periodos consecutivos.
Lizcano también apoyó a los candidatos a la Alcaldía de La Dorada y de Palestina. El primero se quemó y aunque el segundo logró posesionarse, perdió la curul el pasado mes de junio cuando el Tribunal Administrativo de Caldas declaró nula su elección.
El último golpe a su estructura política en Caldas lo recibió hace un mes, cuando la directora del ICBF, Cristina Plazas, declaró insubsistente al director de ese instituto en Caldas, Luis Eduardo Céspedes, que era ficha de Lizcano. Aún así mantiene un influencia en el Fondo Nacional del Ahorro con su aliado, el ex congresista presidente del fondo Augusto Posada y el ICBF de Antioquia, aunque él lo niega.
El pulso por la presidencia del Senado
Lizcano aspiró a la presidencia del Senado desde cuando se posesionó el congreso en 2014 y dentro de los acuerdos entre las bancadas de la Unidad Nacional se pactó que a La U le correspondía el cargo en el primer y en el tercer año.
Sin embargo, desde el primer momento, se enfrentó con el senador barranquillero Armando Benedetti, que también quería ese puesto para él.
Como contó La Silla, en el 2014, ambos senadores casi terminan yéndose a los golpes, luego de que Lizcano acusara a Benedetti de estar detrás de los rumores de que él era un uribista para desprestigiar su aspiración de quedarse con la presidencia.
Aunque Benedetti lo negó, la pelea sólo se resolvió cuando el resto de senadores acordaron que fuera el tercer aspirante, el senador también atlanticense José David Name, el que se quedara con el puesto. Allí también quedó escrito que a Lizcano le correspondiera lo mismo pero en el tercer año.
Las disputas entre ambos senadores no pararon ahí. Como contó La Silla Caribe, a principios de este año un grupo de congresistas costeños, liderados por Benedetti, comenzaron a hacer ruido para tumbar el acuerdo con Lizcano. Eso coincidió además con que el senador Roy Barreras, después de pasar por las duras y las maduras, dejó la presidencia del partido para irse como delegado del gobierno en la mesa de conversaciones de La Habana y ese puesto también quedó vacante.
Aunque Lizcano comenzó a buscar apoyos en otros partidos como los liberales y Cambio Radical desde temprano para mantener su aspiración en firme, unos trinos en mayo de Benedetti alteraron el ambiente.
“La U sólo está unido en torno a la paz. Por eso es la plenaria la que debe decidir quién será el próximo Presidente del Congreso y no los acuerdos”, “La U no está compacta. Hay tres grupos y uno de ellos no estará para los acuerdos de Presidencia de Senado ni de la República para 2018” y “¡La U está dividido por la falta de liderazgo de algunos directivos! Por eso queremos candidato autónomo para 2018 y que represente a las regiones”. Esos fueron mensajes confirmaban las rupturas internas dentro de La U y que evidenciaron que su primera consecuencia podría ser afectar la elección de Lizcano.
Lo que había detrás era una nueva aspiración de Benedetti por pujar por la presidencia de Senado o al menos por la presidencia del Partido, como terminó ocurriendo. Pero las movidas de Benedetti, alcanzaron a asustar a Lizcano, según le dijo a La Silla una persona del partido.
“Lizcano estaba desesperado. Hasta comenzó a saludar, con eso te digo todo”, le dijo a la Silla una fuente de La U que pidió la reserva de su nombre.
Sin embargo, la aspiración de Lizcano se mantuvo, sobre todo apoyado por el “grupo de los siete” en La U, como los llaman algunos, que respaldó su aspiración junto con otros cinco senadores del partido.
Se trata de un grupo de siete senadores que lidera Lizcano dentro de la bancada de La U y que votan y toman decisiones juntos. Allí están la senadora Maritza Martínez, Manuel Enriquez Rosero, Milton Rodriguez, Manuel Guillermo Mora, Carlos Enrique Soto, Ángel Custodio Cabrera y Jimmy Chamorro. Todos ellos senadores de departamentos del interior y que conforman uno de los grupos fuertes que hay dentro de La U porque votan unidos y logran imponer su decisión dentro de la bancada con conseguir unos cuantos apoyos más.
Ahora que finalmente lo logró, Lizcano dice que “es una ley de compensación. Yo fui víctima de las Farc y ahora llego con el mandato de sacar adelante la paz”, le dijo a La Silla. Dice que está feliz porque va a presidir la legislatura más importante de la historia republicana de Colombia, “la legislatura de la paz”. Un año que marcará la historia de Colombia y seguirá alimentando la ambición política del presidente del Congreso más joven de la historia de Colombia.