En el balance sobre el confinamiento, el Gobierno sale bien parado en algunas mediciones de gestión del virus, pero para la identificación y aislamiento de enfermos y sus contactos no está tan listo.
Saldo de cuarentena: preparados para atender el covid, no tanto para rastrearlo
Tomado de UN periódico, créditos a Nathalia Angarita
El primer paciente con covid en Colombia se confirmó el 6 de marzo. Desde ese día y por más de cinco meses, la batalla contra el virus se ha convertido en el tema central del segundo año del presidente Iván Duque.
Sin otras metas estructurales como objetivo, como explicamos en esta historia, su legado será medido en gran parte por cómo maneje esta pandemia y el camino que emprenda para responder a los daños que ya está dejando y dejará en la economía, el empleo y la sociedad.
Si bien los impactos de una pandemia suelen quedar claros años después de superada, y es temprano para evaluar si las estrategias fueron exitosas pues estamos en pleno trabajo de apagar el incendio, se puede hacer un balance para ver cómo nos encontramos ahora frente a cómo empezamos, y si nos hemos preparado para la nueva etapa de la reapertura.
En el balance sobre la primera etapa, que fueron los cinco meses largos que duró la cuarentena (aunque con muchas excepciones), el Gobierno sale bien parado en algunas mediciones clave de gestión del virus, como en capacidad para realizar pruebas, y en otras todavía le falta pero avanzó como en compra de Unidades de Cuidados Intensivos (UCI).
Pero con la segunda etapa que comienza, como el mismo Gobierno ha dicho, serán clave otras cosas: seguir el rastreo de contagios (algo importante desde el primer momento) y gestionar el acceso a las opciones de vacunas y tratamientos más prometedores disponibles.
En estos últimos, no está tan preparado.
El comienzo
En el primer mes de la pandemia, Duque le apostó a escuchar a expertos, mientras otros líderes de la región desestimaron las advertencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los académicos, como López Obrador en México o Bolsonaro en Brasil.
Como contamos, esto se vió reflejado en que se rodeó de fichas técnicas:
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Puso en el Ministerio de Salud a Fernando Ruíz, quien fue médico y viceministro de esa cartera cuando Alejandro Gaviria ejercía como ministro.
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Mantuvo como directora del Instituto Nacional de Salud a Martha Ospina.
Fue escuchándolos a ellos y a otros expertos que Duque tomó la decisión, el 20 de marzo, de declarar la cuarentena estricta nacional, temiendo la alta velocidad de trasmisión que en ese momento mostraba el virus (RT de 2,5 según modelos actuales, es decir que cada 2 contagiados se lo pasaban en promedio a 5 más), una velocidad de transmisión que, según se proyectaba, iba a producir un disparo exponencial de casos.
La cuarentena tenía la intención de ganar tiempo para evitar el contagio masivo y para que el sistema de salud se preparara para el momento en que se dispararan los casos. ¿Que tanto se logró?
Las cuentas y la atención se concentraron, especialmente, en:
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Aumentar la disponibilidad de Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), vitales para atender a los pacientes que se agravan.
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Aumentar la capacidad para realizar pruebas y así detectar quién está contagiado.
La disponibilidad de UCI, en particular, se volvió en el indicador determinante para saber si el sistema de salud iba o no a colapsar.
Las cuentas de las UCI y de las pruebas
De acuerdo con cifras que nos dieron en el Ministerio de Salud, para el 24 de febrero el país contaba con 5.346 camas de cuidados intensivos. Hoy el Ministerio dice tener poco más de 10.000, es decir, casi el doble en apenas cinco meses.
Eso sirvió para que el sistema no colapsara a nivel nacional, pero las cuentas divergen según la región, como ha pasado en la mayoría de países.
Ciudades como Bogotá, Bucaramanga o Medellín bordearon el colapso en julio y comienzos de agosto, con semanas con ocupaciones del 85 o 90 por ciento, y en Leticia o Quibdó el sistema sí colapsó, básicamente porque no tenían ni una cama de UCI cuando la pandemia les pegó, como contamos.
En cualquier caso, que quedaran camas disponibles no evitó que personas murieran esperando para que les asignaran una UCI o ventilación artificial.
Además, el logro quedó por debajo de las metas que se había puesto el Gobierno pues, según sus estimaciones, Colombia necesitaba llegar a 12 mil UCI, por lo que siguen faltando casi dos mil camas.
De las 5 mil que tenía inicialmente, solo 2.675 podían liberarse para atender a los pacientes por covid, por lo que el reto era tener 7.176 más.
El Ministerio de Salud ha dicho que no se logró el objetivo por la sobredemanda internacional de algunos elementos que conforman una UCI, como los ventiladores.
Pero, como contamos en esta historia, también afectaron decisiones del Gobierno que ralentizaron la compra de ventiladores, como que el Minsalud y la subcuenta delegada para hacer las compras de la pandemia se pisaron las mangueras en la evaluación de los proveedores, o que la subcuenta no tuvo todos los recursos desde el principio.
El segundo indicador clave, la capacidad de procesar pruebas, tiene números más contundentes: la capacidad se expandió de 600 a 54 mil pruebas diarias, aún con las dificultades de importar reactivos por la sobredemanda mundial (aunque la última semana bajaron a 30 mil por distintas razones, como que se dejó de tomar una segunda prueba a las 2 semanas).
Eso gracias a que pasamos de uno a 119 laboratorios en todo el país, entre públicos y privados, que pueden hacerlas y, según nos contaron las fuentes de laboratorios, se demoran en procesar las pruebas unos 3 días.
Sin embargo, los datos oficiales del INS que recopila y presenta Rafael Unda, un ingeniero civil que se ha vuelto referente en el análisis de datos sobre el Covid en Twitter, muestran que en las últimas 20 semanas, los casos tardan en aparecer reportados entre 8 y 20 días tras el inicio de los síntomas, un tiempo muy largo que en parte se debe a la demora en las pruebas.
Martha Ospina, la directora del INS, ha sacado pecho por la cifra de crecimiento en la suficiencia para procesar pruebas, pues muestra que Colombia tiene una de las mayores capacidades en América Latina.
Colombia sí es el tercer país de la región que ha hecho más pruebas PCR -las más exactas para detectar el virus- en total, detrás de Brasil y Perú.
En la cuenta de pruebas procesadas por millón de habitantes, Colombia ha hecho 51 mil pruebas, mientras que en Chile se hacen en este momento 128 mil por millón de habitantes y en Perú 97 mil. En esta cuenta, Colombia ocupa el cuarto lugar de la región.
Este aumento de capacidad está muy por encima de la meta del Gobierno cuando comenzó la pandemia, pues era llegar a la de Corea: 14 mil pruebas al día. Esa meta la ha triplicado.
Pero medir la gestión del covid no se reduce a contar UCI o pruebas.
Especialmente con la etapa de reapertura que inicia, los analistas han apuntado a otros factores igual o más importantes.
Las apuestas que serán importantes ahora
El Gobierno ha dicho que esta semana entramos a una nueva etapa de relación con el virus, ya sin una cuarentena general en el discurso, y que ahora será central aumentar la capacidad de hacer rastreo de contagios, que es poder saber con qué personas tuvo contacto alguien contagiado, para poderlos aislar.
En una enfermedad con un 80 por ciento de asintomáticos, eso es particularmente difícil.
La apuesta del Gobierno para el rastreo es el programa Prass (Pruebas, rastreo y aislamiento selectivo sostenible), que comenzó apenas en junio, bajo la dirección de Luis Guillermo Plata, gerente del covid en Colombia. Y arrancó con pilotos en Palmira, Quibdó y Cartagena, de los que todavía no hay resultados.
El Prass supone una reingeniería de planes que ya existían para vigilancia epidemiológica, como la Búsqueda Activa Comunitaria y la Búsqueda Activa Institucional, que se usaban en casos sospechosos o probables de sarampión, rubéola y otras enfermedades infecciosas.
El programa da lineamientos sobre cómo hacer el rastreo y reportar sus datos, pero su ejecución depende de las secretarías de salud regionales, cada una de las cuales tiene estrategias y capacidades distintas.
En países donde esta estrategia ha funcionado, como Corea del Sur, se rastrean 40 personas por cada positivo. Andrés Villamizar, asesor para el manejo de la pandemia de la presidencia, espera que en Colombia ese promedio se acerque a unos 20 contactos, sea por vía telefónica o con rastreo manual.
Eso significa que personas contratadas por el Estado identifiquen por dónde pasó una persona infectada, y hablen con las que pudo tener contacto, para saber si tienen síntomas y rastrear sus pasos e interacciones.
Como contaron algunos expertos de la Silla Llena, refiriéndose a un artículo científico que mandaron a una revista académica y está en revisión de pares, una persona contagiada puede tener entre 20 y 50 contactos, por lo que rastrear un caso puede tomar 5 días por rastreador.
Según los autores, esto implica que Colombia requeriría más de 10 mil rastreadores; según cálculos de Johns Hopkins, alrededor de uno por 5.500 habitantes y 18 por cada 100 mil.
Actualmente no se tienen cifras nacionales sobre cuántos rastreadores hay, pero en los lugares que lideran el tema, como en Bogotá, Claudia López ha dicho que hay un equipo de 3.500, y en Antioquia los vigías de la salud son alrededor de 500. En Santander, sumados los equipos de rastreo de cada municipio, son unos 200.
Sumados, todavía estamos por debajo de lo que se necesitaría.
Actualmente el país detecta el 30 por ciento de sus casos por medio de rastreos, pero la imagen cambia mucho según la región.
Estos cambios importan: el artículo calcula que si se detectan por rastreo un 10 por ciento más de casos, tendría el efecto de una reducción en la mortalidad del 0,8 al 3,4 por ciento.
Si es tan importante ¿por qué arrancamos tan tarde?
“Como en esta parte del mundo no tuvimos enfermedades respiratorias serias, la idea de hacer rastreo para enfrentarla no estaba metida en la cabeza de las entidades: ahora todos hablamos del tema pero en Latinoamérica nadie lo hacía hace 4 ó 5 meses.” dice Andrés Vecino, experto en salud pública de la Universidad Johns Hopkins. “En Colombia tuvimos una experiencia puntual para el brote de sarampión, pero no a la escala de lo que estamos haciendo ahora”.
Cree que esto también se debe a que los modelos epidemiológicos que se usaron inicialmente se enfocaban en cómo el aislamiento reducía la expansión de la enfermedad, más que en el seguimiento de contacto, y que la Organización Mundial para la Salud comenzó diciendo que el objetivo era la contención, no el rastreo.
Una alta fuente del Gobierno que nos pidió reservar su identidad para no comprometerla y quien ha estado en experiencias pasadas de rastreo de enfermedades, acepta que hoy no hay suficientes rastreadores.
Explica que esto se debe, en gran parte, a que muchas personas de los equipos de rastreadores manuales que participaron en el rastreo del sarampión, salieron con el cambio de gobiernos locales en octubre del año pasado y muchas entidades territoriales no han contratado las personas para reemplazarlos.
Eso mismo nos dijo Silvana Zapata en esta charla en vivo.
Quizás por eso algunas ciudades le han apostado a ampliar el rastreo a través de aplicaciones para celular y plataformas para registrar síntomas por internet como Medellín, donde el alcalde Daniel Quintero dijo que Medellín Me Cuida fue determinante para controlar la enfermedad, aunque después de que lo dijo la situación empeoró.
Muchos expertos coinciden en que no hay una aplicación de celular que sea definitiva para hacer rastreo, y que deben estar acompañadas de un esquema manual; las aplicaciones tienen problemas como los que explica Carolina Botero en esta entrada en la Silla Llena, y su efectividad es limitada, como explicamos.
Para Zapata, donde se ha hecho bien el rastreo, como en Huila, Santander, Norte de Santander y Boyacá, han sido clave los rastreadores locales. “Conocen su barrio y la gente, y así es más fácil que les den información; hemos tenido experiencias y cuando llegan rastreadores de otras partes, a la gente le aterra”, dice..
“Puede ser un bachiller al que se entrena en una semana y se le paga 1 millón 200 mil pesos. Como trabajarían en un contrato de prestación de servicios, se quedan con el mínimo”, dice Zapata para mostrar que no es tan costoso tener más rastreadores. “Sin duda es una oportunidad para dinamizar el empleo en un momento en el que muchos lo necesitan”.
Otro cambio esencial, para que del rastreo se logren aislamientos de las familias con contagiados, es que el Gobierno garantice que los que lo necesitan reciban subsidios para encerrarse y desde que se reporte un contacto, en lugar de hacerlo cuando haya una prueba positiva pues en esos días podría contagiar a más personas.
Zapata y Vecino también coinciden en que sigue pendiente comprometer a las EPS a que hagan rastreo de contactos y que del éxito del Prass depende si habrá nuevas cuarentenas.
Tatiana Andia, profesora de sociología en la Universidad de los Andes y una experta en el sistema de salud, ve otros asuntos pendientes, como la falta de una política de ciencia y tecnología: “No estamos creando capacidades locales para poder tratar la enfermedad con plasma, por ejemplo, aunque hay grupos de investigación que podrían hacerlo. Ha faltado liderazgo del Ministerio de Ciencia... dependemos ahora de la diplomacia de la vacuna”, nos dice.
Sólo los meses dirán más claramente si Colombia salió bien librada frente a la gestión de la pandemia. Como han mostrado las encuestas, Duque no ha logrado capitalizar el covid para mejorar su imagen política, y las deudas sociales y económicas dejan un saldo incierto en millones de ciudadanos, pero todavía está por verse si la gestión del covid será o no un motivo adicional a la incertidumbre, o un triunfo de su gestión.