Así es la violencia en Cali luego de la firma del Acuerdo

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¿Qué factor, o combinación de factores están produciendo ese elevado número de homicidios y de otros delitos? ¿Hay alguna relación con la finalización del conflicto armado en el país?

Después de casi 50 años de conflicto armado en Colombia el 24 de noviembre del 2016 se firmó el acuerdo final de paz entre el gobierno colombiano y las FARC-EP. Las negociaciones habían empezado desde el 2012 en medio de las confrontaciones bélicas, pero en julio 2015, un cese al fuego unilateral de parte de la organización guerrillera, le dio la mayor credibilidad al proceso.

Desde ese primer momento, estudios registraron que el número de víctimas fatales por combate empezaron a caer. De acuerdo con Cerac, mientras en el 2002 ocurrieron 2.799 muertes en confrontaciones, en el que se incluyen miembros de la Fuerza Pública, guerrilla de las FARC y civiles, en el 2017, no se registró ningún caso.

Debido a esto en los últimos años los académicos y los hacedores de política en Colombia han centrado sus miradas hacia los cascos urbanos, intentando estudiar la naturaleza de la criminalidad en las ciudades, antes opacada por el conflicto armado. Sin guerra en el campo, surgieron interrogantes respecto a si había algún tipo de relación entre el fenómeno de violencia urbana para algunas ciudades y el conflicto armado, o si en el periodo posconflicto, nuevas manifestaciones de violencia urbana heredadas del conflicto podrían estar afectando a las ciudades colombianas.  

Cali es la tercera ciudad del país y una de las que ha presentado un fenómeno interesante en términos de violencia urbana.  

Como se aprecia en la Gráfica 1, desde 1993 presenta una de las tasas de homicidios más alta de Colombia y si bien desde 2013 viene con una notable reducción que se mantiene a la fecha, al cierre de 2017 duplicó al promedio nacional, de Medellín y por poco triplicó a Bogotá, hecho que la hizo compartir un lugar en el ranking de las 50 más violentas a nivel global, al lado de ciudades como San Pedro Sula (Honduras), Caracas (Venezuela), Acapulco (México), San Salvador (El Salvador), entre otras.

Gráfica 1. Tasa de homicidios por cien mil habitantes Bogotá, Cali, Medellín.

1990-2017

Fuente: Elaboración propia con datos de Medicina Legal.

El patrón de los homicidios en la ciudad ha sido recurrente en los últimos años. Como se observa en la Gráfica 2, los homicidios se concentran en las comunas de Ladera y Oriente, las cuales coinciden con las zonas de menor estrato socioeconómico de la ciudad.

A su vez, según datos del Observatorio de Seguridad de la Alcaldía de Cali, históricamente ocurren en hombres entre los 18 y 25 años, en horas de la madrugada y principalmente los fines de semana.

Gráfica 2. Densidad de homicidios vs estrato socioeconómico

Fuente: Observatorio de Seguridad.

¿Qué factor, o combinación de factores están produciendo ese elevado número de homicidios y de otros delitos? ¿Hay alguna relación con la finalización del conflicto armado en el país?

Los homicidios han tendido a concentrarse en determinadas zonas marginadas de la ciudad, conformadas por pobladores pobres migrantes del pacífico colombiano que en su mayoría han llegado por la ocurrencia catástrofes naturales en la década de los 80 y el desplazamiento forzado a causa de grupos armados ilegales.

Esta última ha surgido por un doble efecto, por un lado la expulsión de pobladores a causa de la violencia y, por el otro, el aislamiento generado en las zonas rurales por parte de estos grupos, privándole de oportunidades de desarrollo y capacidad de generación de ingresos, a los pobladores de las zonas rurales de Colombia, obligándolos a migrar para buscar un mejor futuro.  

El flujo migratorio de personas desplazadas de manera forzosa ha tenido efectos negativos no sólo para los que llegan, al reforzar su condición de marginalidad, sino en los lugares a donde llegan, al ser barrios de origen informal con poco empleo y oportunidades.

La llegada de personas con altas carencias económicas a zonas pobres configura un clásico cuadro de trampa de pobreza, en el que los pobres se relacionan con otros pobres o más pobres que ellos, disputando su supervivencia.  

Dado que estas personas llegan a lugares con un contexto de criminalidad existente, la ilegalidad se ha vuelto en una salida viable para que muchos obtengan recursos que les permitan sobrevivir. Los grupos criminales que operan no sólo en estos territorios sino por fuera de ellos, aprovechan muy bien esa situación y logran reforzar las conexiones entre los residentes y los recién llegados usando su afinidad de tener el mismo lugar de origen.

Lo que ocurre en Cali, como ninguna otra ciudad del país, en términos de un porcentaje alto de muertes violentas, tiene una estrecha relación con lo que ocurre en el Pacífico en términos de narcotráfico. Esto ha producido una economía regional del delito en el pacífico colombiano con epicentro en Cali.

La llegada de desplazados y su ubicación en asentamientos ilegales agudizó las condiciones para que se perpetuaran las dinámicas de violencia juvenil en zonas del oriente y ladera de la ciudad.  No es que la población en condición de desplazamiento per sé incrementara los niveles de violencia. La llegada de pobladores a sectores marginados aumenta la violencia debido a las interacciones entre la criminalidad, pobreza y falta de oportunidades.

Los orígenes de la violencia en Cali, asociados al narcotráfico, conflicto, desplazamiento y la falta de un sistema judicial sólido crearon una institucionalidad en la que se ha impuesto una forma violenta de resolver las disputas.

Esto, sumado a la abundancia de armas de fuego en manos de civiles (tanto legales como ilegales) y la presencia de organizaciones criminales permite explicar de forma complementaria lo que pasa en la ciudad.

Ahora bien, ante la pregunta del efecto de la finalización del conflicto armado sobre la violencia en Cali, debido al corto tiempo desde que se firmó el acuerdo de paz y a que aún se encuentra en implementación, puede ser muy pronto aún para arrojar conclusiones.

Sin embargo, si es posible analizar el efecto del cese al fuego unilateral de 2012 comparando dos periodos, 2008-2012 y 2013-2017. La Gráfica 3 presenta el número de homicidios antes y después de esto. Como se observa, después del cese al fuego ocurrió una reducción en el número de homicidios del 12% (comportamiento similar a lo ocurrido en el resto país), evidenciando un efecto positivo de este.  

Gráfica 3. Número de homicidios periodos antes y después cese al fuego

Fuente: Elaboración propia con datos del Observatorio de Seguridad Cali

Sin embargo, al analizar la espacialidad de los homicidios se encuentran conclusiones diferentes, ya que a comparar ambos períodos se pueden identificar cambios en la concentración de los homicidios. La Gráfica 4 muestra que para 2008 la mayoría de las muertes violentas se concentraron en Aguablanca, al oriente de la ciudad.

 

Sin embargo al finalizar el año 2017, aunque el número de casos disminuyó, las muertes violentas se extendieron a nuevas zonas dentro del mismo Distrito de Aguablanca y Siloé (Ladera).

 

Gráfica 4. Densidad de homicidios Cali

2008 vs 2017

Fuente: Observatorio de Seguridad

 

Lo anterior se puede explicar ya que durante los últimos años han aparecido nuevos asentamientos subnormales en estos barrios debido a las migraciones.

Una vez más, ocurre una lucha constante por los escasos recursos que se encuentran allí y debido a la falta de oportunidades y los nexos de los recién llegados con sus lugares de origen, aparecen nuevas pandillas alentadas por grupos criminales que buscan mantener el control territorial del narcotráfico, la extorsión y todo tipo de negocios ilegales (que van desde el servicio de transporte pirata hasta el negocio de los préstamos gota a gota), que terminan produciendo un gran número de muertes violentas en la ciudad.

Hoy en día Colombia entró en un período de posconflicto después de casi 50 años de guerra irregular con el grupo guerrillero FARC. Desde el cese al fuego el número de muertes en el país disminuyó rápidamente. Las víctimas del conflicto armado, debido a los enfrentamientos entre la guerrilla, grupos paramilitares y el Ejército, dejaron de ser una prioridad para el país. Las zonas rurales que anteriormente habían presentado el mayor número de muertes violentas y víctimas de ese fenómeno estaban comenzando a recuperar su paz y tranquilidad.

Sin embargo, para algunas ciudades colombianas, la terminación del conflicto no se tuvo el mismo efecto inmediato que en el campo. A medida que el conflicto terminó y se habló de paz, en ciudades como Cali, aunque la cantidad y la tasa de homicidios disminuyó en un 12% después del cese al fuego, se concentró en nuevas áreas específicas de su territorio, principalmente en aquellas a las que llegan personas huyendo de la violencia y son de procedencia informal.

El periodo de posconflicto es una oportunidad para que el Estado salde una deuda histórica con los colombianos y les brinde oportunidades para su crecimiento y desarrollo, principalmente de las zonas rurales y los barrios más pobres de las ciudades que se han poblado en su mayoría de desplazados por la violencia.

La paz en Colombia será verdadera cuando juntos demos los pasos hacia un país más equitativo e incluyente, cuando nos demos cuenta de la importancia de la inversión social y el cierre de brechas. Tenemos la oportunidad para traer desarrollo a las ciudades y construir la verdadera paz que anhelamos los Colombianos.  Aprovechémosla.

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*Este es un espacio de opinión y debate. Los contenidos reflejan únicamente la opinión personal de sus autores y no compromete el de La Silla Vacía ni a sus patrocinadores.

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