Una crónica que muestra el papel que los Cerros Orientales pueden jugar en la transformación de las relaciones entre los habitantes de la ciudad si logramos ponernos de acuerdo para dar las condiciones institucionales y convertirlos en un espacio para el encuentro entre sus ciudadanos.
Bogotá, una ciudad llena de buenas personas
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Los Amigos de la Montaña, comunidad a la que pertenezco, es una organización de ciudadanos y de caminantes de los Cerros Orientales de Bogotá que tuvo sus orígenes hace aproximadamente ocho años en la cuenca de la Quebrada La Vieja, en el barrio Rosales, en la localidad de Chapinero.
Buscamos cambiar la mirada que los ciudadanos y las instituciones tenemos de los Cerros Orientales, promoviendo su defensa, su cuidado y su uso público como oportunidad de encuentro respetuoso con la naturaleza y como espacio educador para la construcción de comunidad y la construcción de ciudadanía, mejorando la calidad de vida de todos los habitantes de Bogotá.
En esta primera entrada del blog quisiera contar un episodio que muestra el papel que los Cerros Orientales pueden jugar en la transformación de las relaciones entre los habitantes de la ciudad si logramos ponernos de acuerdo para dar las condiciones institucionales y convertirlos en un espacio para el encuentro entre sus ciudadanos.
Hace aproximadamente cinco años la Secretaría Distrital de Hábitat organizó lo que llamaron una Expedición por los Cerros Orientales. Esta consistía en un recorrido de sur a norte de la ciudad bordeando los cerros por la vía más alta posible (Carrera Séptima, Avenida Circunvalar, etc.), en cinco buses llenos de líderes, principalmente de barrios populares ubicados a lo largo de los cerros.
Los buses entraban a algunos de estos barrios en donde éramos acogidos por sus habitantes, quienes nos llevaban caminando hasta el salón comunal en donde afectuosamente nos esperaban con agua de panela o algo de comer. Allí nos contaban sus historias, sus problemas y la forma como los estaban afrontando.
Al subirme a uno de los buses solo puede ver la cara conocida de doña Patricia, líder del barrio Los Olivos, a quien pedí permiso de sentarme a su lado, convirtiéndola entonces en mi guía durante la expedición. Doña Patricia formaba parte de un grupo de habitantes de barrios populares de Chapinero (Juan XXIII, Bosque Calderón, Los Olivos) con quienes, con el pretexto del cuidado de los cerros y la recuperación de las quebradas de la localidad, desde hacía ocho meses los Amigos de la Montaña nos veníamos reuniendo semanalmente a conversar y a buscar soluciones a los problemas de los cerros y las cuencas de las quebradas La Vieja y Las Delicias.
Al final de la tarde y ya terminando la expedición, entrando al barrio El Codito a la altura de la calle 164, doña Patricia me hizo la siguiente confesión:
Andrés, yo le quería comentar algo. Es que nosotros antes pensábamos que esos ricos de Rosales, a los que nosotros no les importábamos, pues a nosotros tampoco nos importaban. Pero en estos ocho meses que llevamos trabajando juntos por los cerros, hemos visto que no. Que es chévere trabajar juntos. Y que trabajando juntos, entre todos podemos mejorar nuestra ciudad. ¡Y hemos descubierto que ustedes son hasta buenas personas!
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