Cambiar el currículo nacional, un debate necesario
Foto: Twitter Germán Vargas
La sociedad colombiana requiere transformaciones profundas en sus formas de convivir, pensar y articularse al mundo. No se puede seguir atacando las dificultades estructurales con simples premisas superficiales como, crear nuevas cátedras escolares, ejecutar programas de gobierno desarticulados de las políticas de Estado o hacer pactos sociales sin voluntad para cumplirlos. El cambio tiene que ser de raíz y es preciso iniciar ya.
Si seguimos enseñando lo mismo, con el mismo material, las mismas cátedras y los mismos paradigmas de los profesores los resultados necesariamente serán los mismos. Por ejemplo, para posibilitar la “enseñabilidad” de la paz y cambiar la actitud agresiva y de conflicto es preciso modificar de raíz el currículo que hace 25 años se determinó con la ley general de educación, ley 115 de 1994 en la que se establecen las directrices para los currículos, planes de estudio, evaluación, contenidos y asignaturas obligatorias. Con ese propósito, se debe pensar qué hacer con la gran cantidad de cátedras que se han creado y la relación que estas tienen con las competencias que se requieren aprender en los desempeños sociales y productivos para la vida.
Para erradicar las viejas concepciones en educación para la sexualidad o valores éticos y establecer renovadas formas de educar desde la investigación, el emprendimiento, la innovación o la tecnología, se requiere otra intencionalidad curricular y otras concreciones educativas que permitan reflexionar sobre lo que se enseña, lo que se aprende, la pertinencia de las materias que se instituyeron como obligatorias. Es decir, se necesita incorporar un nuevo pensum escolar.
Actualmente, los jóvenes de primaria y secundaria ven más de 13 asignaturas entre obligatorias, proyectos y cátedras municipales, distritales o nacionales “nuevas” que fragmentan el conocimiento y lo desarticulan de un proyecto formativo coherente y de ciudadanos humanistas.
Universalmente la escuela es la institución más eficiente de reproducción de la cultura. Así, la escuela colombiana ha venido seleccionando, marginando, calificando y reproduciendo intencionalmente comportamientos que refuerzan actitudes discriminatorias e intolerantes que distan mucho de los discursos de equidad, inclusión, transparencia y disminución de pobrezas que los últimos gobiernos nacionales han posicionado a través de los medios de comunicación.
Desde la visión curricular establecida sigue viviendo el país de puras falacias, pura demagogia, pura politiquería. La escuela hace paliativos para soportar el embate de la corrupción, la ilegalidad, el bullyng o el rechazo generalizado a las ciencias, la lectura o la historia y aun así se reproduce le sistema porque está sembrado sobre falsos y débiles pilares formativos que solidifiquen un proyecto educativo de nación.
Incorporar una cátedra como la de historia, aunque es importante, no resuelve de fondo el soporte de las problemáticas sociales porque solo se modifica una parte del todo, sin afectar la unidad o el conjunto de los saberes que se instalan desde la escuela en los cuerpos, mentes y prácticas de los niños, niñas y jóvenes.
No necesariamente por tener o ver más materias escolares se aprende más. En este sentido, las iniciativas de proyectos de ley que buscan prohibir el uso de celulares en los colegios o la idea de limitar la libertad de cátedra son solo escándalo político, pero no solucionan o proporcionan en nada un mejoramiento en la calidad educativa, en la convivencia o la retención escolar.
Según cifras del Ministerio de Educación Nacional el 62% de los estudiantes de colegios públicos y privados aseguran que han sido observadores de situaciones de acoso escolar. Además un 30% asegura haber sido víctima y un 22% haberlo propiciado. Solo en Cali en el primer semestre de 2018, en colegios oficiales se reportaron 2398 niños, niñas y jóvenes con situaciones difíciles de convivencia escolar por agresiones internas, acosos, maltrato, violencia sexual o incluso con imputaciones de responsabilidad penal.
La invitación a la Ministra de Educación, los congresistas y a la Federación Colombiana de Educadores- FECODE es, proponer un revolcón total en la política escolar, en la que es urgente orientar una modernización educativa que modifique la arcaica estructura curricular estatal, para que la educación sea factor de comprensión entre compatriotas y no de ultra polarización como sucede hoy.
¿Cómo revertimos la cultura instalada en la cotidianidad, de sacar ventaja, ofertar ilícitos o irrespetar los acuerdos en espacios públicos? urge aperturar un debate nacional sobre lo que se debe enseñar, quien debe enseñar y que realmente deben saber nuestros niños, niñas y jóvenes.
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