El costo de la inacción frente a la violencia contra nuestros niños

Silla Santandereana

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En Colombia, en 2018 cada día se reportaron, en promedio, 62 casos de violencia sexual contra menores, 66 casos de violencia intrafamiliar contra menores, 35 casos de violencia interpersonal contra menores y 2 muertes violentas de menores (Medicina Legal, 2018). ¡Cada día!

No he conocido todavía a alguien que públicamente defienda la violencia contra las niñas y niños, y no necesito una encuesta nacional de opinión para saber que la gran mayoría de los colombianos repudiamos cualquier acto violento hacia un menor.

El rechazo a la violencia contra los niños y niñas es un consenso al que, como sociedad global, hemos finalmente llegado. Al menos esto lo sugiere la inclusión de las siguientes dos metas dentro los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030: “poner fin al maltrato, la explotación, la trata y todas las formas de violencia y tortura contra los niños” (meta 16.2), y “eliminar todas las formas de violencia contra todas las mujeres y las niñas en los ámbitos público y privado, incluidas la trata y la explotación sexual y otros tipos de explotación” (meta 5.2). 

Sin embargo, la realidad es que vivimos en una sociedad extremadamente violenta hacia nuestros niños y niñas. Según un estudio reciente, cada año en el mundo hay al menos 1,600 millones de niños y niñas víctimas de alguna forma de violencia (Hillis, Mercy, Amobi, & Kress, 2016).

En Colombia, en 2018 cada día se reportaron, en promedio, 62 casos de violencia sexual contra menores, 66 casos de violencia intrafamiliar contra menores, 35 casos de violencia interpersonal contra menores y 2 muertes violentas de menores (Medicina Legal, 2018). ¡Cada día!

Y estos son sólo los casos de violencia hacia menores que se reportan, no los que suceden... Parte de la explicación de esta “paradoja” (o disonancia entre el discurso y el comportamiento) es obviamente que, por ser tan profunda y ampliamente repudiada la violencia contra menores, este es un fenómeno oculto. Esto quiere decir que la sociedad sistemáticamente oculta estos eventos, lo cuál desafortunadamente resulta en diagnósticos y acciones que desconocen la dimensión y complejidad del problema. 

La intención de esta entrada es hacer un llamado a la acción. Todos y cada uno de nosotros, como miembros de la sociedad civil o como servidores públicos, podemos jugar un papel determinante en la tarea colectiva de ponerle fin a todo tipo de violencia hacia los niñas, niños y adolescentes. No quiero apelar a un juicio moral como argumento (diciendo que violentar a los niños es malo), sino compartir con ustedes resultados de varios estudios que muestran lo absurdamente costoso que es no tomar acciones contundentes para ponerle fin a la violencia hacia los niños. Son cuatro los puntos que quiero dejarles:

1. Como sociedad, aún no entendemos lo compleja que es la violencia: siguiendo los lineamientos de la Convención sobre los Derechos del Niño (Naciones Unidas, 1989), la Violencia contra las Niñas, Niños y Adolescentes (voy a usar de acá en adelante el acrónimo VNNA) incluye “toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual” contra cualquier persona menor de 18 años.

En esta medida, se incluyen violencias relacionadas con: “omisiones” por parte del cuidador responsable (como lo es la negligencia, que es no proveer comida, ropa, vivienda, atrención médica o supervisión que garantiuce la seguridad y bienestar de un menor), y con “acciones” por parte de cualquier persona (como lo es el abuso, que involucra acciones o ameñaza que tengan el potencial de causar daño significativo al menor). Entender la complejidad y diversidad de las expresiones de VNNA es importante porque cada una requiere estrategias de prevención diferentes; y porque dado que cada una genera impactos diferentes sobre los menores, cada una demanda servicios de atención y recuperación diferentes. 

2. Como sociedad, aún no entendemos qué tan frecuente es la violencia: Colombia acaba de entrar al selecto grupo de países que cuenta con un estudio nacional sobre la magnitud y características de la VNNA.  Solamente 18 países en el mundo -3 en América Latina, incluyendo Colombia-, han implementado una Encuesta de VNNA (Violence Against Children Survey o VACS, por sus siglas en inglés).

Esta es una herramienta fundamental para avanzar en la erradicación de la violencia hacia menores, ya que, además de tener representatividad a nivel de país, es un instrumento diseñado especialmente para hacer visible qué tan frecuentes son las diferentes formas de violencia (física, sexual y psicológica), y para identificar factores de riesgo y protección que sirven para entender mecanismos de prevención.

Este es un hito importantísimo, ya que hasta ahora las acciones de prevención de VNNA se habían basado principalmente en la información de casos reportados ante Medicina Legal, que es una fuente de información sesgada (sobretodo para los eventos de violencia que no conducen a la muerte). Las estadísticas principales del estudio, basado en las respuestas de jóvenes entre los 18 y 24 años sobre su victimización antes de haber cumplido los 18 años, nos dejan por lo menos los siguientes cinco mensajes:

  • La prevalencia de la VNNA es altísima en Colombia: Aproximadamente 2 de cada 5 , son víctimas de algún tipo de violencia (sexual, física o psicológica), 40.8% para las mujeres (M) y 42.1% para los hombres (H). 
  • La violencia física es el tipo de VNNA más prevalente (26.5% para M y 37.5% para H), seguida de la violencia psicológica (21.2% para M y 9.5% para H), y la sexual (15.3% para M y 7.8% para H).
  • El hogar debería ser el lugar más seguro para todos las niñas, niños y adolescentes, pero no lo es. Las mujeres reportan que el perpetrador en el primer acto de violencia sexual más frecuente fue un miembro de la familia (28.4%), seguido por un extraño (22.5%) y por su compañero romántico (18.9%). Para los hombres los más frecuentes fueron: amigos (42.5%), vecinos (20.9%) y extraños (19.1%). Tanto para mujeres como para hombres el lugar donde sucedió más frecuentemente el incidente fue su vivienda, la del perpetrador u otra vivienda (72%).
  • Una proporción importante de las víctimas no le cuenta a nadie (39.6% para M y 47.1% para H) y muy pocas buscan servicios de atención (7.5% para M y 3.9% para H).
  • Quienes más frecuentemente reportan tener problemas de salud mental son quienes fueron víctimas de violencia psicológica por parte de sus padres, cuidadores y adultos parientes: 79% reportan sintomas de estrés, 50% haber tenido ideaciones suicidas y 20% harse causado daño así mismo.

 

3. Como sociedad, aún no entendemos qué tan graves son sus consecuencias: La violencia tiene consecuencias inmediatas sobre la salud física y mental de las niñas y niños, pero además aumenta el riesgo futuro de que ellos contraigan enfermedades transmisibles (como VIH) y no-transmisibles (como cáncer, diabetes o enfermedades cardiovasculares) y aumenta el riesgo de que tengan en el futuro comportamientos riesgosos (como el abuso de sustancias psicoactivas) (Felitti, 2002).

Pero las consecuencias de la violencia no se circunscriben exclusivamente al ámbito de la salud. Es amplia la evidencia científica que muestra como el estrés tóxico, generado por experiencias traumáticas, afecta el desarrollo cognitivo y socioemocional de las niñas y niños. En esta medida, no debe sorprendernos que las víctimas de violencia durante la niñez tengan, en promedio menos educación, mayores tasas de desempleo, menores salarios y menos activos productivos.

Adicionalmente, los eventos traumáticos durante la niñez pueden tener efectos inter-generacionales a través de: mecanismos comportamentales, como la réplica de comportamientos violentos; y genéticos, como el envejecimiento celular, un proceso biológico que juega papel importante en la definición del material genético que se transmite a la siguiente generación. 

4. Aún no entendemos lo costoso que es para nuestra sociedad: Un estudio publicado en 2014 estima que, cada año, la economía mundial invierte aproximadamente 7 trillones de dólares (8% del PIB mundial) para cubrir los costos directos relacionados con la atención y protección de los menores que son víctimas de todo tipo de violencia (a través de los sistemas de salud, bienestar familiar y justicia), y los costos indirectos relacionados con la pérdida futura de productividad y bienestar de esta población (UK Overseas Development Institute, 2014).

En otras palabras, cada año que pasa sin que se logre erradicar la VNNA debemos, como sociedad global, dedicarle una suma similar al PIB generado conjuntamente por Australia, Canadá, India y México. Este es el costo estimado de la inacción frente a la VNNA. 

El Gobierno Nacional está haciendo un esfuerzo importante para dar una respuesta adecuada al inmenso reto de erradicar la violencia hacia las niñas y niños en Colombia. Hace dos semanas el ICBF lanzó la Alianza Nacional contra la VNNA, como líder y responsable de la iniciativa.

Esta Alianza Nacional más que un plan de acción definido y listo para poner a rodar, es una invitación a todos los actores, de todas las carteras del sector público y de todos sectores de la sociedad civil y el empresariado, a construir e implementar una estrategia. Como les decía antes, TODOS podemos (y debemos) aportar en esta misión colectiva de ponerle fin a la violencia contra las niñas y los niños. Este fenómeno ya no es invisible, y es inaceptable. Busquemos la manera de sumarnos. No hagamos oidos sordos a este movimiento.

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*Este es un espacio de opinión y debate. Los contenidos reflejan únicamente la opinión personal de sus autores y no compromete el de La Silla Vacía ni a sus patrocinadores.

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