El gran propósito nacional
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Este texto fue escrito por Óscar Becerra, Marcela Eslava, Marc Hofstetter, David Pérez, Andrés Zambrano y Hernando Zuleta, del Grupo de Investigación en Macroeconomía. Con la contribución de Andrés Alvarez, David Bardey, Tomás Rodríguez, Fabio Sánchez, más Carlos Caballero, más Juan Camilo Cärdenas, Rachid Laajaj, Daniel Mejía, María del Pilar López , Leopoldo Ferguson y Jimena Hurtado. Hace parte de la Nota Macroeconómica.
Al ordenar un confinamiento obligatorio cuando Colombia tenía menos de un centenar de contagiados, el gobierno demostró audacia y liderazgo ante una situación que requiere ambos. Aceptó asumir el costo de que millones de hogares no puedan generar sus propios medios de subsistencia, y otros millones vean los suyos en peligro, para salvar vidas humanas. Una decisión sin duda difícil.
La cuarentena debería reducir la velocidad de expansión de la enfermedad, evitando o al menos disminuyendo un déficit de capacidad hospitalaria y médica para atender a quienes desarrollan cuadros críticos. Clave, porque parece ya claro que el virus tiene poca mortalidad si se logra atender a los enfermos, pero al mismo tiempo que se expande a tal velocidad que cualquier sistema de salud rápidamente se ve desbordado. Y es allí cuando la gente muere de manera masiva.
La buena noticia, entonces, es que Colombia se adelantó a otros y, si logra hacer cumplir la cuarentena, puede evitarse el dolor de masivos números de muertos en el pico inicial de expansión de la enfermedad. La mala es que parece haberse instaurado en el país la sensación de que con eso ya se tomaron las medidas para lidiar con la crisis de salud, y que ahora lo que sigue es paliar los efectos económicos, y tal vez extender la cuarentena un poco más para acabar de darle jaque al virus.
Nada sería más catastrófico que sentarse en los laureles de esa manera. Los epidemiólogos, como lo aclaró este jueves el Ministro de Salud, predicen que la enfermedad llegó para quedarse y seguirse expandiendo, al menos hasta que se desarrolle una vacuna. Y para eso, dicen también los expertos, faltan entre 12 y 18 meses. Si fuéramos a depender solamente del confinamiento para lidiar con la crisis ¿por cuánto tiempo tendría que extenderse? ¿a qué costo social?
Es urgente que el gobierno, con el mismo liderazgo decidido con que tomó esta primera ronda de medidas para lidiar con la crisis, delinee el plan que le permitirá al país convivir con el virus en el próximo año. Si la mortalidad del virus se deriva de la insuficiencia del sistema de salud para atender un número masivo de casos críticos, tan urgente como reducir el número de tales casos es incrementar de forma extrema la capacidad para tratarlos. En los días que faltan hasta el 13 de abril, fin anunciado de esta fase de cuarentena, debe ejecutarse una estrategia que permita:
- Ampliar de manera decidida la capacidad del sistema hospitalario para manejar casos que requieren hospitalización. Esto incluye camas de hospitalización y de unidades de cuidado intensivo, ventiladores, implementos de protección del personal médico. Como empieza ya a verse en Colombia, tal estrategia puede incorporar el uso de hoteles, centros de convenciones, y otras instalaciones cuyo uso de ha reducido por la misma epidemia. También el apoyo a la innovación y reconversión de empresas pre-existentes para que empiecen a producir los insumos necesarios, insuficientes en este momento en el mercado global.
- Implementar una estrategia mucho más masiva de realización de pruebas de Covid-19 que la que hoy tenemos. Esta estrategia requiere hacer pruebas no solamente a las personas con síntomas, sino también a los contactos de los infectados y, de manera periódica, a muestras aleatorias de la población. Un muestreo aleatorio estratificado (por grupos de población o geográficos) permite establecer la verdadera prevalencia de la enfermedad, por grupos, para desarrollar estrategias focalizadas de despliegue de recursos de salud, de aislamiento por grupos, etc. Las pruebas de inmunidad, como las que ya empieza a reglamentar el gobierno, serán también claves para determinar personas que pueden declararse exentas de medidas de aislamiento
- Establecer sistemas de monitoreo e información individual, a través de los teléfonos celulares, para determinar quiénes han estado en cercanía de personas infectadas y aislar a esas personas en riesgo.
En pocas palabras, es urgente que implementemos la estrategia que les ha permitido a los países asiáticos manejar la crisis. Por supuesto, eso suena a una utopía en un país como Colombia, con recursos y capacidades limitadas para desarrollar una estrategia de ese estilo. Pero no hay alternativa: aunque implementar estas medidas demanda una inversión verdaderamente enorme, la alternativa de implementar medidas económicas paliativas sería aún más costosa, de hecho inalcanzable si fuera necesario extender esas medidas por varios meses.
La dolorosa realidad es que, aunque tenemos una brecha importante con países más desarrollados en nuestra capacidad para fortalecer lo suficiente el aparato de salud y de monitoreo, parece claro que esa brecha es aún mayor en nuestra capacidad para absorber los efectos del aislamiento sobre los medios de supervivencia de las personas, si éste se extiende por un periodo suficientemente largo. Las razones incluyen una estructura económica mucho más concentrada en actividades que requieren trabajo presencial, altísimos niveles de informalidad y números de personas que dependen del “´día a día”, y una mucho menor capacidad del gobierno para llegar con ayudas a todas las personas y de financiar esas ayudas (vea aquí y aquí nuestras reflexiones sobre esas ayudas).
Convertir nuestro sistema de salud y de monitoreo en uno que pueda convivir con el Covid-19 debe ser el nuevo gran propósito nacional. Es el que nos permitirá compatibilizar la lucha contra la enfermedad con la garantía de medios de vida dignos para los colombianos.
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