Greta Thumberg o punto final a los combustibles fósiles
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“El futuro próximo traerá probablemente extravagantes catástrofes, pero lo que más seguramente amenaza al mundo no es la violencia de muchedumbres famélicas, sino el hartazgo de masas tediosas”.
Nicolás Gómez Dávila, Escolios
La huelga para poner fin al uso de combustibles fósilesGrupos de ambientalistas concernidos con el cambio climático están convocando a trabajadores y consumidores, en todo el mundo, para que emprendan huelgas con el fin de presionar a los tomadores de decisiones para poner fin al uso de combustibles fósiles (carbón, gas y petróleo). Los fines, los medios y las tácticas de esta lucha ambientalista están publicitados y enunciados este sitio web.
En esta causa se destacan dos notables mujeres: Naomi Klein y Greta Thunberg.
La periodista canadiense Naomi Klein es reconocida por libros como la "Doctrina del Shock" (una historia acerca de la violencia del neoliberalismo), "Esto Lo Cambia Todo" (el capitalismo del desastre) y un texto recién publicado: “On Fire: The (Burning) Case for a Green New Deal”.
La adolescente sueca Greta Thunberg, sin haber culminado su escuela secundaria y con apenas 16 años, se ha convertido en una de las más influyentes líderes mundiales por sus acciones para presionar, en particular, a los políticos para que emprendan políticas tendientes a poner freno al cambio climático. Ella es autora de “No One Is Too Small to Make a Difference.”
Las vetustas revoluciones por justicia social sin ambientalismo
El sociólogo Ralf Dahrendorf, en su texto "El Conflicto Social Moderno" muestra la relación entre dos grandes revoluciones modernas, a saber: la inglesa (permanente revolución industrial e insomne lucha por el crecimiento económico) y la francesa (lucha por la inclusión y la equidad que se fraguó con los derechos del hombre y engendró las causas socialistas y comunistas).
Los carismáticos líderes, con rostros de jóvenes profetas barbados, de luchas independistas y socialistas de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado dejaron escenas de espectaculares desfiles triunfantes irrumpiendo en las ciudades capitales. Prometieron el paraíso en la tierra para que, al siguiente día de la toma del poder político, vender recursos energéticos (como combustibles fósiles) y materias primas minerales y vegetales a los imperios capitalistas o socialistas que se repartían el mundo.
Los más moderados líderes social-demócratas de los años noventa del siglo pasado y comienzos del siglo XXI legaron escenas, menos ruidosas, de importantes logros electorales. Como buenos neoliberales de izquierda, continuaron con la política derechista de aumentar, ostensiblemente, la extracción de recursos minerales y vegetales para abastecer al mejor postor del mercado mundial.
Desorbitados economistas supusieron un planeta con recursos inagotables. De izquierda a derecha, desde Marx hasta Smith, Ricardo, Hayek, Keynes y Friedman creyeron en el crecimiento ilimitado (fruto del cambio técnico o progreso de las fuerzas productivas). El libreto de los economistas fue ejecutado por hombres de acción y de carisma como Castro, el Che, Chávez, Evo, Lula, Correa, los Kirchner, etc. Ellos lograron algunas décadas de dudosa inclusión y controvertida justicia social habiendo legado un no futuro en materia ambiental.
A Dahrendorf le mortificaba la socialización de la pobreza (o socialismo sin crecimiento) de la Nicaragua de los entonces jóvenes y románticos sandinistas. Hoy a un sector importante de la humanidad le atormenta el crecimiento con sus irreversibles efectos devastadores.
La desesperada rebeldía por un mundo vivible
En su contundente prólogo al Climate Resistance Handbook (disponible acá), la rebelde Greta Thunberg, resume así el contenido de su lucha:
- El mundo de hoy está ad portas de una catástrofe climática que podría estallar hacia el año 2030.
- El éxito de la humanidad implica un mundo vivible. Ya no deberíamos regirnos más por dudosos indicadores de éxito como la curva de crecimento económico sino, más bien, por unos enormes descensos en la emisión de gases efecto invernadero.
- El carácter urgente de esta lucha no demanda que seamos pacientes y esperanzados sino más bien gente agobiada por el pánico de quien constatata que su hogar está ardiendo. (Un lustro atrás, en la encíclica Láudato si, el Papa Francisco, pidió que cuidásemos de nuestro hogar común)
La lucha contra el cambio climático no está guiada por una arquitectura conceptual completa y coherente (desde los cimientos hasta el techo). No obstante, hay que dar el siguiente paso que es, justamente, una acción que tenga impacto.
A diferencia de muchos activistas “exitosos” que se limitan a llenar calles e inundar (hasta el colapso) redes sociales, la adolescente Greta Thunberg ha generado algún impacto importante en los mercados. Como resultado de una campaña liderada por ella y el productor de películas naturalistas David Attenborough, en el mercado sueco de vuelos aéreos han ocurrido, de acuerdo con el portal económico Bloomberg dos hechos significativos: a) una reducción ostensible de los pasajeros en aeropuertos suecos en lo corrido del año 2019, en especial en meses recientes; y b) un significativo aumento en la venta de bonos compensatorios por gases de efecto invernadero. Es posible que el hecho contundente de una tierna adolescente atravesando el océano Atlántico para viajar de Inglaterra a Nueva York, en una embarcación movida con viento, haga sentir vergüenza a los encopetados compradores de cómodos y rápidos vuelos intra e intercontinentales. Los analistas económicos del muy capitalista Bloomberg han bautizado tal fenómeno como “flight shame” o la vergüenza de volar. Ver este artículo.
Hacia una huelga por el fin del capitalismo
Incluso un moderado profesor de ética de los negocios como el profesor Michael Sandel, autor del texto Lo que el dinero no puede comprar, ha mostrado la futilidad de los mercados de emisiones. Básicamente Sandel plantea que la atmósfera es un recurso común planetario y a este común no le importa si continuamos volando en avión y menguamos nuestra vergüenza al financiar siembras de árboles en la Amazonía. A esto se podría agregar que en el capitalismo, de manera cínica y pragmática, se crean mercados para todo y que un mercado de emisiones no cambia las motivaciones ni la moral egoísta de los sujetos.
Lo que se debería promover es una huelga permanente y radical con el fin de abolir el capitalismo. Permanente pues esta consistiría en promover cambios fundamentales y definitivos en lugar de unas huelgas transitorias que duran unos días y generan algunos costos a los patronos para, luego, volver a la normalidad. Radical pues esta consistiría en una acción colectiva de no cooperación por parte de ciudadanos y de consumidores con el fin de atacar y de socavar los cimientos centrales del capitalismo, a saber: sociedad de consumo, sistema financiero, industria de armas, industria del entretenimiento y de la información y, obviamente, industrias extractivas o minero-energéticas.
El problema no se reduce a unas soluciones técnicas para virar hacia las llamadas energías limpias y renovables. Más bien implica una revolución moral para que el ser humano opte por la moderación y la austeridad voluntarias, por el abandono de la zona de comfort. Esto implica abolir comportamientos destructivos guiados por la codicia y la gula de consumidores y empresarios.
Una huelga para poner fin al capitalismo demandaría, para empezar, una alta dósis de imaginación y de audacia política. Por ejemplo, un Franz Kafka del siglo XXI podría imaginar que un tal Gregorio Samsa, antes disciplinado trabajador acostumbrado a pagar deudas e impuestos y a obedecer perrunamente a sus patronos, sufrió una metamorfósis ideológica. De ser un cumplido funcionario en un trabajo de mierda bien remunerado (para una firma de mercadeo), se transformó en un insecto repugnante ante los ojos de la masa de borregos normalizados y ante la mirada de la tediosa horda de la clase media. Un buen día el rebelde Samsa dejó de trabajar y se consagró al ocio militante en pro de una causa ambientalista. Se rehusó a pagar impuestos y deudas. Abandonó el consumo de alimentos procesados y artificiales (dietas malsanas intensivas en azúcares y en grasas). Hizo trizas todos sus portátiles y celulares y destinó su tiempo y contacto personal para construir redes sociales confiables. Suspendió todo viaje en avión, en tren y en autos. Se consagró al cultivo de una parcela en medio de un apacible bosque, al estilo de Henry David Thoreau.
Además de la inspiración literaria como la enunciada existen algunos referentes conceptuales y pautas concretas en el recién publicado texto editado por Fredy Cante & Wanda Torres, Nonviolent Political Economy, London and New York: Routledge.
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