El abrazo de la muerte

Mar 30, 2020

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Algunas reflexiones de líderes y lideresas de Quibdó, Bojayá y Cali sobre el coronavirus en los territorios.

A finales de febrero viajé a Estados Unidos a una conferencia en Harvard. Las noticias sobre las medidas de China para prevenir la expansión del covid-19 estaban a la orden del día. En esa semana se discutía, en Colombia, si el país estaba preparado para enfrentar una emergencia de esta magnitud.

Algunos viajeros procedentes de China llamaban la atención en la radio sobre la fragilidad de las medidas que se estaban tomando en el aeropuerto de Bogotá. Con antibacterial, vitamina C, tapabocas y muchas pashminas en mi equipaje de mano, me preparé para emprender la ruta a Boston a presentar los casos de éxito de nuestra agenda de proyeccción social en Icesi.

Me sorprendió la tranquilidad que encontré en los aeropuertos de Bogotá, Washington y Boston. Me entristeció el racismo que observé contra las personas con rasgos atribuíbles al continente asiático. No dejaba de preguntarme qué pasaría en el Pacífico colombiano si el brote se expandía. Dos semanas después de ese viaje, el 11 de marzo, la OMS declaró el covid-19 como una pandemia y el panorama cambió tanto para Estados Unidos como para Colombia. Se tomaron las medidas ampliamente conocidas y ahora estamos en cuarentena general.

Con el paso de los días crece la preocupación por el impacto de este virus en la región. El pasado 26 de marzo, el director general de la OMS advirtió en su alocución:

“La pandemia se está acelerando a un ritmo exponencial. Los primeros 100.000 casos se produjeron en 67 días. Los segundos 100.000, en 11 días; los terceros 100.000, en solo cuatro días, y los cuartos 100 000, en únicamente dos días.”

¿Cómo impactará esto en el litoral Pacífico y otras regiones del país históricamente desfavorecidas? Tal como lo manifiesta Paula Moreno Zapata en su columna, en el Pacífico la gente está entre el virus, el confinamiento y el hambre. Las zonas rurales y los sectores más empobrecidos de las ciudades nos plantean retos de atención humanitaria de emergencia que requieren acciones de política con una perspectiva interseccional. ¿Qué significa esto?

A continuación presento algunas reflexiones de líderes y lideresas de Quibdó, Bojayá y Cali que nos pueden ilustrar.

Katherin Gil, directora de JCH (Jóvenes Creadores del Chocó) manifiesta:

“Nuestros jóvenes están entre la inseguridad y el hambre. Asombra que en Quibdó, en medio de la cuarentena, hay asesinatos en los barrios, los rapimoteros no paran de trabajar para conseguir el mínimo, al igual que las mujeres y vendedores del mercado. Los comerciantes especulan aumentando los precios.

Siento un caos silencioso. Hay temor no sólo frente al covid-19 sino frente a una institucionalidad local que es débil. No se tiene la infraestructura en salud para afrontar esta situación; uno de los hospitales locales está en paro por falta de pago a sus trabajadores. Sólo tenemos un hospital de segundo nivel y tres Unidades de Cuidados Intensivos con 24 camas disponibles. Por estos días es común escuchar frases tales como "<<si el coronavirus nos toca es como sentir el abrazo de la muerte>>”

María Eugenia Velásquez de Murebe (Mujeres Resistentes de Bellavista) - Bojayá relata:

“La situación en Bojayá es bastante difícil. Aún no se dimensiona la magnitud de esta pandemia. Nos preocupa la situación económica a dónde nos puede llevar. Se están subiendo los precios a los artículos de una forma exagerada; aquí donde se vive es del diario están vendiendo un limón en $500 pesos. Las mujeres de Murebe coincidimos en que nos va a tocar volver al trueque de alimentos para sobrevivir.”

Yaneth Valencia de Lila Mujer en Cali expresa:

“Las mujeres y las familias que vivimos y convivimos con VIH en el Pacífico estamos muy preocupadas porque que no hay ninguna medida de contención para con la población con VIH. El riesgo es alto. Somos una población inmunosuprimida. Por ahora, la mayoría estamos encerradas en nuestras casas, cada una tiene una historia diferente y contextos diversos. Las migrantes y las que viven del día a día o no tienen un salario fijo están pasando dificultades. Además, tenemos poco acceso al medicamento, la falta de antirretrovirales en las pacientes incrementa nuestra vulnerabilidad.”

Leyner Palacios de la Comisión Interétnica de la Verdad de la Región Pacífico argumenta:

“Los impactos en la Comisión Interétnica apenas empiezan a percibirse, nos tocó parar las actividades planeadas en los ejercicios de investigación y documentación en los territorios; el equipo se ha empezado a dispersar. La situación de incertidumbre imposibilita llegar a los territorios; esto en un contexto de violencia. Mientras el mundo se concentra en atender la pandemia del coronavirus aumenta la vulnerabilidad de los líderes sociales.”

Estos casos revelan una complejidad humana que requiere una respuesta estatal sólida. Necesitamos planes de contingencia integrales que aborden la diversidad de necesidades especiales de atención que la región demanda. Acciones que no hagan más vulnerable a la población.

Duele ver los videos de la las largas filas en Quibdó, Buenaventura y Timbiquí esperando por los subsidios anunciados para mitigar la emergencia. Con el paso de los días está cambiando el mecanismo de distribución (ya vemos a la gente en sillas y guardando distancia) pero aún hay espacio para mejora.

Han pasado solo cuatro semanas desde cuando emprendí aquel viaje a Estados Unidos. Lo que nos ha revelado este virus, en tan poco tiempo, es que la tranquilidad o la innacción nos son respuestas sabias para enfrentar los cambios tan profundos que el covid-19 ha traído para la vida en el planeta. A medida que avanzamos en la cuarentena, es perentorio que se escuchen las voces del Pacífico para garantizar la supervivencia de la población en condiciones dignas.