Mi conversación sobre la educación en Colombia con Moisés Wasserman
tomado de la silla vacia
El pasado miércoles 14 de abril tuve la oportunidad de conversar con el exrector de la Universidad Nacional y ganador —en 2020— del premio Vida y Obra del Ministerio de Educación Nacional, a propósito de su reciente libro "La Educación en Colombia".
Creo que se trata de un texto valioso, en parte porque ofrece a todo tipo de público un buen panorama de la complejidad del sector educativo en Colombia y que complementa, por ejemplo, la también reciente reflexión sobre el tema de Francisco Cajiao. Como lo advierte Wasserman “este libro está escrito más por un paisajista que por un geólogo”, dándonos a entender que su objetivo no es proponer recetas universales para superar problemas sino documentar debates clave para avanzar en una reflexión colectiva sobre los diferentes retos de la educación básica y media, la primera infancia y la educación superior.
Dada la amplitud de temáticas que aborda el autor, quisiera aprovechar este espacio para destacar tres mensajes —a mi juicio claves— que emergieron de nuestra conversación. Haré también un intento rápido por relacionarlos con alguna literatura reciente del campo educativo.
El primero de ellos es que la historia, y la referencia a estudios en otras ciencias naturales y sociales, es fundamental para (re)pensar aspectos como la enseñanza y el aprendizaje. Esto —decía Wasserman— porque ese tipo de conocimientos nos ayudan a reflexionar sobre “nuestras potencialidades, qué barreras tenemos y, en definitiva, por qué es posible lo que está sucediendo”. Este mensaje se encuentra en sintonía con los llamados de algunos filósofos de la educación por asumir la interdisciplinariedad como una bandera, sine qua non, de una academia (y un debate público) relevante y transformadora.
En otro aparte de su texto, el autor argumenta que tenemos una visión engañosa de lo que denominados "educación superior". "Si hiciéramos caso a los psicólogos y neurólogos modernos", escribe, "llamaríamos superior a la educación de la edad temprana, de cero a cinco años". Además de invitarnos a repasar importantes estudios sobre lo central que son las inversiones sociales en la primera infancia, el fragmento me recordó el debate —muy relevante por estos días— sobre cuál es papel de las universidades en la sociedad contemporánea. A propósito del estimulante discurso que hizo Alejandro Gaviria hace unos años cuando se posesionó como rector de la Universidad de los Andes.
Ya hacia el final del diálogo y ante una pregunta del público sobre la idea de la pertinencia en la educación, Wasserman sugirió que este es un concepto quizás complejo, quizás engañoso. Al final concluyó que en su sentir: "la educación debe ser más impertinente que pertinente", dando a entender que —y como se infiere también del momento en que hablamos de la educación para el trabajo— si las personas no son capaces de entender y cuestionar el mundo, difícilmente se consolidaría la innovación, el éxito económico o la democracia en una sociedad. Este mensaje es básico entre quienes estudian hoy el reto de la enseñanza del pensamiento crítico en el aula de clase.
Insisto que se me quedan muchos temas por fuera. Por ejemplo, la lectura del capítulo cinco (sobre los "maestros") puede ayudarnos a matizar mucho más la identidad de estos importantes actores sociales, tanto para exigirles ser excelentes como para entender mejor sus temores y anhelos. También es relevante dar una mirada a los casos de éxito educativo reseñados en el capítulo siete, ya que —como sugieren otros académicos— entender a profundidad los mecanismos individuales y colectivos que han posibilitado el cambio, constituye una fuente inagotable de potenciales innovaciones educativas.
En fin, les dejo la invitación a leer el libro y debatirlo. Como el mismo Wasserman escribe en el prefacio: "(las) opiniones del autor son discutibles y entre más se discutan mejor". Dejo acá también un enlace a la grabación de la conversación para quienes les pueda interesar.
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