Por los que “no tienen ni voz ni voto en este país”

Silla Paisa

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Hace un par de semanas se viralizó un video de una señora insultando a una pareja de migrantes en las calles de Bogotá. Frente al incremento de la xenofobia en el país, tenemos que cuestionarnos cómo construir empatía y políticas para la integración de los migrantes.

Hace un par de semanas se viralizó un video de una señora insultando a una pareja de migrantes en las calles de Bogotá. Entre gritos la señora dice “usted no tiene ni voz ni voto en este país” y me pregunto si esa afirmación es cierta. 

Recuerdo una vez - la única vez que me sentí discriminado por ser venezolano en Colombia-, que un portero me dijo que no podía recoger un paquete que una amiga me había dejado en su edificio sin mostrar mi documento de identificación, a lo que le respondí entregándole mi cédula de extranjería para confirmar que el nombre coincidía.

El portero ojeó el documento y alzando los ojos me pregunta si yo era venezolano, a lo que respondí que sí. Acto seguido el portero me dice que no podía entregarme el paquete (que tenía escrito en grande mi nombre) porque los venezolanos éramos un peligro y había que desconfiar de ellos. Yo estaba lleno de rabia, me sentí excluido, juzgado solo por ser y no entendía si es que había hecho algo mal para que él me dijera eso. 

Cuando vi el video, lo primero que pensé fue en cómo se tuvo que sentir la pareja al escuchar esas palabras “ni voz ni voto en este país”; sentirse juzgados por ser y sin oportunidad de decir algo al respecto, como sucede en la mayoría de los casos de discriminación, sea por identidad de género, orientación sexual, raza, cuerpo o por nuestras capacidades. 

La xenofobia hace justo eso - y por eso es tan preocupante para una sociedad -, te hace sentir que estás equivocado por ser quién eres y venir de dónde vienes, al punto de hacerte creer que estás equivocado solo por existir en este territorio diferente al que naciste. 

Con el objetivo de darle una respuesta certera a la señora del video, me propuse revisar hasta qué punto podría ella tener razón. Mi búsqueda de respuestas comenzó en la Constitución Política de Colombia. El artículo 100 señala que los extranjeros disfrutarán en Colombia de los mismos derechos civiles que se conceden a los colombianos y gozarán de las garantías concedidas a los nacionales, salvo las limitaciones que establezcan la Constitución o la ley.

Una de esas limitaciones es el voto que solo se permite a los extranjeros residentes en el país para elecciones y consultas populares de carácter municipal o distrital, es decir, se otorga la facultad de votar en las elecciones de Alcaldes mayores, Alcaldes municipales, concejales y ediles. 

De hecho, en materia de participación en asuntos locales, la Corte Constitucional en la sentencia C-523/03 profundiza y señala que “en una localidad lo que está en juego es la posibilidad de influir en la toma de decisiones sobre los asuntos de orden local. Tales asuntos son, de naturaleza administrativa, de planificación, de participación y en general de desarrollo local, para lo cual resulta legítimo que un extranjero vecino de un municipio, a quien le afectan tal suerte de decisiones, pueda influir en las mismas”.

Tanto la Constitución como la sentencia de la Corte parten de una premisa, nosotros los seres humanos tenemos derechos inherentes para todas y todos sin importar nuestra nacionalidad. Es decir que, y para responderle a la señora, los migrantes tenemos voz -lo cual es evidente en nuestra condición de humanos y está protegida bajo el derecho a la libertad de expresión, contenido en varios instrumentos internacionales de Derechos Humanos - y además, la posibilidad de tener parcialmente voto, una vez cumplidas las condiciones que exige la ley (ser mayores de 18 años, tener cédula de extranjería vigente y llevar por lo menos cinco años de residencia continua en Colombia).

Más allá del voto como herramienta de participación ciudadana, la realidad es que los migrantes tenemos mucho por aportar a Colombia y nuestra voz, seguramente, tendrá mejores resultados para Colombia si es tomada en cuenta, utilizada e impulsada en vez de silenciada. Contrario a la discriminación y a la xenofobia, que tienen ese terrible efecto, silenciar voces. 

Desde diferentes escenarios de monitoreo y estudio de la migración, mis colegas y yo hemos comprobado cómo el aumento del flujo migratorio de personas provenientes de Venezuela ha estado acompan?ado por crecientes brotes de xenofobia, aporofobia y discriminacio?n, feno?menos que constituyen una amenaza para la democracia.

La xenofobia debilita la capacidad de las sociedades para construir una ciudadanía sobre la base de la igualdad y la tolerancia, generando rechazo, aislamiento e inclusive violencia física. Las expresiones de xenofobia - como las de la señora en el video que se viralizó en redes sociales - están en todos lados y sus consecuencias pueden ser perversas. Basta con mirar que, si bien algunos estudiantes migrantes logran conseguir un cupo en colegios distritales, gran parte de ellos abandonan pronto las aulas afirmando que se sienten discriminados y excluidos solamente por su país de origen.

La gran ausente en el nuevo gobierno de Bogotá

Y a todas estas, ¿Qué hay de la política migratoria en Bogotá?, el silencio del nuevo gobierno frente al tema ha dado mucho de qué hablar a la ciudadanía. Si queremos prevenir nuevos casos de xenofobia, la integración debe ser una prioridad para  Bogotá, todas y todos los que la habitamos. Para esto, la administración debe tomar un rol más activo en la promoción y articulación de esfuerzos colaborativos y colectivos entre academia, empresariado, ONGs, ciudadanía independiente, organismos internacionales y Gobierno.

Un ejemplo de esta colaboración es la Red en Movimiento: Investigación y acción en migraciones*, que ha invitado a la ciudadanía a cuestionarse qué hacer para que la integración sea una prioridad para Bogotá. La pregunta principal es: ¿Cómo construir empatía con las personas provenientes de Venezuela e integrarlos a nuestras dinámicas sociales y culturales? 

Es una pregunta que nos corresponde a todas y todos responder, y más que eso, materializar la empatía en acciones concretas. Mi voz como migrante se sumará a muchas otras voces ciudadanas que creen en el poder de la integración y que seguirán cuestionando a Bogotá y a todos los que la habitamos, porque sabemos que podemos hacer más; silenciar las voces de los otros a la larga es igual a silenciar nuestras propias voces como humanos.

 


* La Red en Movimiento: Investigación y acción en migraciones es una red de académicas y académicos de distintas Universidades y de organizaciones sociales en Colombia que busca hacer incidencia social y política en la agenda pública y de opinión alrededor de los fenómenos migratorios en la ciudad y el país. La integran investigadoras, investigadores, docentes y activistas de la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad de Los Andes, la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad Externado de Colombia, la Universidad Santo Tomás, El Derecho a No Obedecer y Save The Children. 

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*Este es un espacio de opinión y debate. Los contenidos reflejan únicamente la opinión personal de sus autores y no compromete el de La Silla Vacía ni a sus patrocinadores.

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