Rompí el silencio: quiero combatir la xenofobia
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La integración a veces parece compleja, lejana y ajena, inclusive para mí, un venezolano que lleva más de 5 años en Colombia y que hasta hace un año seguía siendo el único veneco de la mayoría de sus círculos sociales.
Esto me ayudó a comprender que la forma en que nuestras comunidades reciben a migrantes, refugiados y retornados tiene un gran impacto en su proceso de integración. En otras palabras, la forma en la que cada uno de nosotros decida recibir a las personas provenientes de Venezuela, puede hacer la diferencia por completo.
En este momento, la crisis migratoria venezolana es el segundo flujo de migración más grande del mundo (después de Siria), siendo Colombia el país al que más llegan migrantes y refugiados venezolanos.
Hasta ahora, han llegado aproximadamente 1.400.000 personas a Colombia. Personas que como José (32 años) y su hijo Ezequiel (6 años), tuvieron que caminar 1379 kilómetros desde Maracay (en el centro de Venezuela) hasta Bogotá, huyendo del hambre, de la crisis política, social y económica con el sueño de encontrar un mejor futuro.
De acuerdo con un sondeo realizado para el Proyecto Migración Venezuela a 1.500 venezolanos en diferentes ciudades del país, 55 por ciento de los encuestados afirma que quiere regresar a su país.
Sin embargo, 81 por ciento de éstos afirma que lo hará cuando la situación mejore, pero restaurar un país toma tiempo, y realmente no es posible estimar una fecha de retorno, así que lo más probable es que para ese momento los migrantes y refugiados ya se hayan establecido aquí o sigan su camino hacia otro país. Entonces, hay que pensarse cómo integrarlos, a José, a Ezequiel y todos los que han llegado.
Esta situación representa un gran reto para Colombia. Y como todo gran reto trae consigo la oportunidad de aprender nuevas cosas y de re-interpretar los imaginarios, tal como lo señala Alexander Betts, Director del Centro de Estudios sobre Refugiados de la Universidad de Oxford: “el gobierno colombiano está tratando de seguir los pasos de países como Uganda y Turquía, que, a pesar de recibir a más de un millón de refugiados, han visto la integración, en lugar de la construcción de muros, el cierre de fronteras o la exclusión, como la respuesta política adecuada y una oportunidad para el desarrollo nacional”.
Considero valiosos los aportes de Van Houte (2014) sobre cómo los países pueden abordar la migración, señalando que todo migrante al llegar a un nuevo país debe pasar por un proceso de integración legal, económico y social. ¿Y esto qué significa? En otras palabras, esto es igual a escuchar a un hermano venezolano en Transmilenio y no poner mala cara, a invitarle un café si se tiene la posibilidad, o contratar a una persona sin que importe su nacionalidad y por supuesto, pagarle en los términos de la ley.
En nuestras palabras y en nuestras acciones está la oportunidad de apoyar a millones a superar situaciones como el duelo migratorio e integrarnos como vecinos, como amigos y como sociedad. La cultura es una excusa perfecta para crear esos espacios de integración.
Desde El Derecho a No Obedecer, entre el 17 y 22 de junio y a propósito de la conmemoración del Día Mundial del Refugiado el 20 de junio, vamos a realizar en diferentes ciudades de América Latina la Toma cultural por la Integración: lo que nos une no tiene fronteras.
Lo que nos une no tiene fronteras es una oportunidad que tendremos todos de conversar y reflexionar sobre migración y explorar las historias que se tejen en torno a ella, podremos dar mensajes de acogida a los refugiados y migrantes que llegan a nuestras ciudades y abrazarnos porque como latinoamericanos, lo que nos une no tiene fronteras. Podremos tomarnos un “Guayoyo con los panas”, encontrarnos en los “Abrazatones” en varias ciudades, explorar los “Rostros de la Migración”, entre otros.
Aquí encontrarás una agenda con actividades para pensarnos y promover juntos la integración en cuatro países y en más de nueve ciudades de América Latina. Tenemos que hablar de integración, no hacerlo sería darle la espalda a una realidad evidente. El fenómeno migratorio planteará un legado para la humanidad, ¿Estaremos a su altura?
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