Se acabó el miedo a marchar
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Llegó finalmente el momento del tan discutido Paro y sin mayores complicaciones los barranquilleros y el Caribe demostraron la necesidad de participar democráticamente. “No somos de izquierda ni de derecha, somos Colombia!” aparecía escrito en una pancarta del grupo que salió desde El Rincón Latino, aludiendo a la constante polarización y estigmatización que los detractores de la marcha alegaban en redes sociales, como si marchando se llegase a incurrir en un acto inútil y premonizando serias consecuencias para la seguridad pública y personal de quienes deseaban participar.
Las advertencias del Presidente Iván Duque ante las posibles manifestaciones vandálicas en cualquier ciudad del país, habían sido ya expuestas a través de los medios de comunicación, inlcuyendo el allanamiento del 21N a las sedes de diversos colectivos artísticos en la ciudad de Bogotá. Ante dicho panorama, para un observador que analizase la realidad desde otro continente las represiones que seguirían al paro resultaban como una especie de vaticinio.
No obstante, aquello vivido en Barranquilla ese mismo día no era suficiente para anticipar la muerte de Dilan Cruz ni la cuestionada actuación del Esmad pero si dejando un importante interrogante por responder: ¿Por qué en Barranquilla y en la mayor parte de las ciudades del Caribe no se produjo el mismo fenómeno?
Y la respuesta al éxito de la manifestación de Barranquilla no está en la cultura y mucho menos en la gestión de las autoridades, la respuesta reside en el simple hecho de que un gran sector de la ciudad está literalmente cansada de un gobierno central cuya gestión no es directamente proporcional a lo que se esperaba.
Barranquilla supo verdaderamente lo que es conformar una marcha de tipo social, con todas las de la Ley y características que encierra una manifestación tal como lo son la agregación de diversos sectores de la sociedad, llevando a la calle éstos conflictos que hacen de común denominador a todos, como también el participar todos a pie por un período determinado hacia un determinado espacio: El Paseo Bolívar.
Es verdad es que la manifestación de Barranquilla, la cual partió de cinco puntos de la ciudad, representó dignamente una cultura como la nuestra, acostumbrada a embestir la dificultad, el hambre y la corrupción con color, música y folklore; pero también hay que sopesar el hecho de que la población ésta vez no sucumbió ante el propagandismo alarmista que pronosticaba saqueos, vandalismos y hasta heridos en la ciudad.
Los barranquilleros dieron ejemplo de sinergia, algo que hasta hace poco, era ajena a nuestra identidad. Sobre todo, a aquella colectiva como país y que representa uno de los pilares de la democracia como manifestación de una sociedad civil.
La historia nos dice que el paro no es nada nuevo
El país que hoy tenemos antes nuestros ojos ha sobrevivido las últimas dos décadas sobre una tabla que navega las turbias aguas de una frágil democracia. ¡Y el Caribe no es la excepción! Una tierra que por su tradición mayoritaria liberal acogió a muchos habitantes desplazados por la violencia bipartidista en la década del 1950, presenta un condicionamiento muy marcado tanto en la manera de concebir a priori las implicaciones que poseen las manifestaciones civiles, como el #Paro del #21noviembre, como también el entrar a participar sin filtros y prejuicios. Y esto último lo demostró recientemente.
Cabe anotar que en el Atlántico, como también en Bolívar y el Magdalena, las manifestaciones populares, bien sea paros, marchas estudiantiles y movilizaciones de obreros, nunca han sido un misterio. Nada más entre 1902 y 1930, Barranquilla fue protagonista de 5 marchas importantes cuyo objetivo fue el mejoramiento de los salarios de la clase obrera de la época.
Y de esto habla el investigador Salomón Kalmanovitz, así como de la “Marcha del Hambre”(1966) que realizaron las maestras y maestros del Magdalena a pie desde Santa Marta hasta Bogotá para luchar contra la discriminación de género en la educación pública de la época y las deficiencias presupuestales, además del pago salarial y la creación del Magisterio.
La marcha de las maestros y maestras sobrepasó los intereses económicos forjando un cambio social a largo plazo que despertó una nueva era para las reivindicaciones y conquistas de los y las educadoras y la educación pública del país.
¿Qué pasó en el resto del mundo?
La información en las redes incidió en los colombianos que residen en el exterior. Sólo algunos miembros de la diáspora colombiana concentrada en Milán (Italia) organizaron en ocasión del Paro una simple reunión en un monumento histórico de la ciudad conocido como el “Arco de la Paz”.
Allí se concentraron los compatriotas, quienes, inicialmente, no poseían la autorización por parte de la alcaldía de Milán, pero que luego consiguieron. Con banderas, pequeños panfletos, carteleras y sin música, lograron reunirse en paz como señal de protesta ante aquello que no comparten del actual gobierno y de la situación política, económica y social de nuestro país. Y fueron sólo 38 personas. “Me siento Emocionada, un poco cerca a casa, no podemos hacer mucho desde acá pero, ¡por lo menos hacemos un acto simbólico!”, expresó Laura Araújo, barranquillera que reside en Milán.
Algunos de los manifestantes se reunieron a raíz de en una discusión derivada de un post que lanzó un miembro del grupo Facebook “Colombianos en Milán” ante la interrogante de la marcha. Algunos calificaron de innecesario y fútil el caso de convocar otros colombianos con estos fines, argumentando que los empleadores italianos no procederían a dar permiso para ausentarse, mientras que un grupo lanzó oportunamente el anuncio del encuentro y el lugar donde se celebraría el día de hoy.
No hubo particulares discusiones subidas de tono aunque el desengaño por nuestro sistema político fuese palpable, hasta el punto de expresar que a diferencia de la comunidad de chilenos residentes en la capital lombarda, los colombianos no estaban solidarizados con la situación.
El caso de las Sardinas
Los temores de algunos miembros del grupo de Facebook citado anteriormente se hubiesen disipado, o mejor, no hubiesen surgido al conocer que en Italia el derecho a la huelga en todos los sectores laborales está igualmente contemplado en la Constitución(art.40) pero a diferencia de Colombia(art.56), desde el 1990 rige el derecho que poseen los trabajadores de los sectores de servicios públicos como salud y transporte a participar en huelgas, con prestaciones y sueldo garantizados además de ser sustituidos por otro trabajador que deberá emplear o gestionar la empresa con anticipada comunicación de quien tenga que ausentarse .
Más allá de la Constitución y la legislación imperantes, un caso interesante se antepone al paro Colombiano. Hace 4 semanas, utilizando la estrategia más antigua de comunicación, es decir, el llamado “de boca en boca” y las respectivas redes sociales, el movimiento ciudadano denominado “Las Sardinas” comenzó por convocar ciudadanos en la PLaza Mayor de Bologna.
Al llamado se presentaron 11,000 personas entre quienes, adultos, infantes y ancianos, que se reunieron pacíficamente y sin causar alteraciones al orden público. Luego siguieron las plazas de otras ciudades del norte y sur de éste país: Modena, Parma, Palermo. A 15 días de su exordio, la manifestación creada por jóvenes de menos de 30 años y ajenos al ámbito político municipal, provincial o estatal ha logrado concentrar hasta 20,000 personas y continúa a expandirse en otras 100 localidades italianas, además de próximas manifestaciones en Nueva York, Londres Y San Francisco, que esperan el turno para replicar la “magia” -como lo han denominado quienes han manifestado- de poder expresar libremente el desacuerdo contra el sistema político vigente, en particular hacia un partido político de ultra derecha y parafascista que ataca Inmigrantes, judíos y todo aquel que no cumpla con normas raciales, nacionalidad o credo religioso acusándolos de “amenaza” y todo en la Italia de hoy.
Cabe anotar que aunque en durante las manifestaciones de “Las Sardinas” no habido represión de las fuerzas del órden, no se han allanado o requisado apartamentos en las semanas previas a las manifestaciones, ni se han adoptado medidas de seguridad extremas.
Sin embargo, un punto un común existe con el Paro del #21noviembre y reside en la propaganda política que los detractores del movimiento han lanzando en contra, confiriendo a los organizadores acusaciones como el de ser “hijos de papá”, “vagos”, “desocupados”(todos trabajan), etc. Al mejor estilo colombiano de aquellos que mediante las redes descalificaban a quienes participaron al Paro.
¿Qué nos queda por vivir?
Es significativo concluir agregando que en el caso de los migrantes colombianos dispersos en otras latitudes, los derechos no se pierden, como tampoco se pierden las raíces que viajan junto a tantos colombianos y colombianas que hoy reivindican un cambio significativo para nuestra sociedad.
Han salido por diversos motivos: económicos, inconformidad o porque han sido víctimas de la violencia que aún azota a Colombia. Todos son factores de peso para reivindicar el justo derecho civil que tiene nuestro pueblo a protestar en manera pacífica en pro de un gobierno que trate sus necesidades en manera equilibrada y no con la desmedida desigualdad a la que el país está acostumbrado.
Y por ello tomo prestadas las palabras de la Presidencia de la Repuública, que que en aquel 21N trinaba con un tweet: “la protesta social, es un derecho de todos los colombianos”. Todo país en donde exista la Libertad tiene derecho a manifestarse, todo país que luche por esta libertad tiene derecho a buscarla.
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